Semper fidelis

Sergio Velasco
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Todos los sueños se derrumbaron esa fatídica mañana del 11 de septiembre de 1973. La casa de Gobierno era bombardeada  por aviones de la Fuerza Aérea, sin escrúpulo alguno.Los golpistas civiles y militares derrocaron por la fuerza de las armas, al Mandatario electo constitucionalmente.

El presidente Salvador  Allende, se suicida, no sin antes de mandar un histórico discurso, de despedida, al pueblo que quiso servir, pero que jamás se lo permitieron desde el primer día que asume su mandato.

Chile fue otro. Una larga noche oscura cubrió el territorio nacional. Los hechos que acontecieron, nadie, absolutamente nadie pudo imaginarlo, en su intensidad y crueldad. A partir desde ese instante, la delación, persecución, detención y exterminio fue pan nuestro de todos los días.

Manuel Contreras Sepúlveda, el Coronel Director de la Escuela de Ingenieros de Tejas Verdes, es nombrado a cargo de las fuerzas armadas combinadas de la Dirección de Inteligencia Nacional  (DINA) con dependencia directa al capitán general Augusto Pinochet Ugarte.

Asume como  Gobernador de facto  de  San Antonio, convirtiéndolo  en un laboratorio experimental para sus horrorosos crímenes. El recinto  de Tejas Verdes  en una cárcel de presos políticos y las cabañas de veraneo de los trabajadores de la CUT, de la comuna de Santo Domingo en la Escuela de Adiestramiento para los funcionarios  militares y civiles  de la recién creada organización de agentes represivos del Estado.

El puño de hierro símbolo de su crueldad, inicia su periplo, en contra de los dirigentes marítimos –portuarios, todos fueron brutalmente asesinados a mansalva, acribillados por la espalda, sin juicio alguno, ni derecho a defensa.

El monstruo crecía con cabeza y tentáculos en todas partes, su poder era omnímodo, nadie estaba, ni se atrevía estar frente a él.  Su capacidad destructiva atemorizaba hasta sus propios compañeros y colegas, los que no osaban  oponerse a sus demandas,  por órdenes del Dictador.

Caballo Loco, despectivamente lo motejaron  los oficiales superiores. Todo aquel que le hiciera sombra a su Jefe máximo, corría la peor de las suertes, el caso más emblemático fue la del general Oscar Bonilla, quien muere “accidentalmente”  en la caída de su helicóptero. Este hecho como otros aún no se esclarece. Un manto de duda y olvido cubre este alevoso crimen.

Mamo, le decían el estrecho círculos de amigos. Empresarios y comerciantes que financiaban sus temibles salidas a terreno. El ex cónsul honorario de España, era el tesorero que firmaba los cheques para cancelar  las fechorías  y misiones que ordenaba el temible director de la DINA.

Cuando el dinero era insuficiente, porque las misiones eran en el extranjero, Ricardo Claro  de la naviera Sud Americana  aportaba gruesa sumas de dinero. Así fue como los recursos nunca le faltaron, para asesinar a Orlando Letelier en Washington DC;  a su profesor y Comandante en Jefe del Ejército, Carlos Prats y Sofía  Cuthbert en Argentina y el atentado criminal al ex Vice-Presidente de la Nación Bernardo Leigthon  y Anita Fresno, en Italia que casi le cuesta la vida.

Todos estos asesinos confesos después de cumplir sus letales misiones eran premiados. Las  vacaciones las pasaban en el Hotel Bahía, del balneario de Cartagena. Fue común ver pasear a Michael  Townley y Mariana Callejas, junto a sus equipo, del crimen organizado descansando a cuerpo de rey.

Capítulo aparte es el caso del químico Eugenio Berrios, a cargo del proyecto Andrea, quien fabricaba gas sarín, utilizado para asesinar al ex presidente Eduardo  Frei Montalva, internado en la Clínica Santa María, para asegurar su silencio lo matan en la playa “El Pinar” cercana a Montevideo-Uruguay.

Semper Fidelis, era el juramento de honor  que  los militares y funcionarios civiles adscritos a la DINA  y su posterior heredera la CNI, que deberían tener con el Ejército.  El coronel en esta materia fue inflexible. La lealtad  era consustancial a la adoración  servil que se le debía  a Pinochet, para que, “ninguna hoja se moviera sin  que el Dictador lo supiera.”

Manuel Contreras, muere solo, triste y abandonado por sus camaradas de armas, tras una larga agonía, en el Hospital Militar,  llevándose consigo una enorme valiosa información de muertos y desaparecidos.

Esa que ocultan tras el pacto de silencio, que aún mantiene en secreto los militares cómplices, de reiteradas violaciones a los derechos humanos. Una marca de sangre que no podrán borrar fácilmente.

La muerte de Manuel Contreras  permitirá que  los hombres de las Fuerzas Armadas se atrevan a declaran ante la justicia sin temor, se conozca toda la verdad, nada más que la verdad. Así el pundonor militar volverá a reinar, en las filas de Oficiales y tropa de la Nación.

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