Todos somos responsables

Cristina Concha
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Es viernes en la tarde y a una librería entra una madre con su hijo de unos 6 años. La madre se acerca al vendedor y le pregunta si tiene en stock la continuación de una saga de libros. El vendedor le pregunta si conoce el nombre del libro para poder buscarlo en el sistema, sin embargo la madre le responde que no.

Mientras ocurre esto, observo que el niño salta al lado de su madre tratando de llamar la atención tanto de su madre como del vendedor, esforzándose en explicar que él sí conoce el nombre el libro. Ante esto, el vendedor se acerca al niño, se pone a su altura y le repite la pregunta, ante lo cual éste responde que sí lo sabe, por lo que el vendedor le pide que lo acompañe. Entonces veo que se dirigen a la sección infantil, donde rápidamente el niño encuentra el libro que buscaba. Ante esto la madre mira sorprendida a su hijo; el vendedor, dirigiéndose a ella le dice, “usted me dijo que no sabía el nombre del libro, mientras su hijo trataba de decirle que él sí lo sabía, escúchelo porque él tiene algo que decir”.

Nos encontramos en el mes en el cual se celebra el aniversario de la ratificación por parte de nuestro país de la Convención sobre los Derechos del Niño. Sin embargo, a 28 años de este hito, para todos son conocidas las situaciones de vulneración de derechos que mantienen al SENAME en tela de juicio. Pero usted se preguntará, ¿qué tiene que ver el niño en la librería con la Convención y las vulneraciones en el SENAME? Mucho.

Que nuestro país haya ratificado la Convención sobre los Derechos del Niño significa que el Estado chileno se obliga, en síntesis, a asegurar que todos los niños y niñas puedan beneficiarse a través de una serie de medidas especiales de protección y asistencia, de tal manera que sus derechos sean respetados y se asegure el ejercicio no sólo de los derechos que reconoce la misma Convención, sino que también los derechos que todo niño, niña y adolescente tiene sólo por el hecho de ser un sujeto de derechos, es decir, una persona.

Entonces, queda clara la obligación del Estado, el que debe constituirse como garante de los derechos de nuestros niños, niñas y adolescentes, razón por la cual exigimos respuestas por parte del Estado respecto a las vulneraciones sufridas por niños y niñas en establecimientos del SENAME.

Sin embargo, nuestro rol como adultos y ciudadanos no termina ahí. Al contrario, la única forma en que podemos cumplir como país el mandato de la Convención - asegurar el bienestar y pleno desarrollo de nuestros niños y niñas - es entender que somos todos responsables no sólo de exigir el cuidado al Estado sino que también de asegurar nosotros mismos el ejercicio cotidiano de los derechos de los niños, niñas y adolescentes que nos rodean.

Ahora queda clara la importancia del ejemplo que mencioné al comienzo. En esa situación, el vendedor de libros se constituyó en el garante del derecho a la participación de aquel niño que quería ser escuchado. Él sabía que libro buscaba, sólo necesitaba que lo escucharan.

Todos estamos invitados a celebrar aquel hito ocurrido un 14 de agosto de 1990, en que no sólo el Estado de Chile se obligó a ser un garante de los derechos y del bienestar de niños, niñas y adolescentes a través de sus leyes e instituciones, sino que nos llamó y nos hizo garantes del desarrollo pleno de ellos a cada una de las personas que vivimos en este país.

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