En el marco de los 50 años desde el golpe de Estado que terminó con el gobierno de Salvador Allende, elegido democráticamente y que significó la muerte del Presidente, se han generado muchas actividades de memoria a lo largo de todo el país.
Se trata -como se ha dicho- de mantener y cultivar la memoria para que se concrete por siempre un "nunca más". Nuestra historia necesita reconstruirse avanzando a una sociedad más comunitaria, con mayor inclusión, con justicia social y con solidaridad, pero sin olvidar para no repetir los errores del pasado reciente.
Pues bien, dentro de estas múltiples actividades, la iniciativa que se discute hoy en la Municipalidad de Santiago tiene un tremendo simbolismo y merece ser valorada. Sin afectar la historia patria, sino que enriqueciéndola, sin pequeñeces ni egoísmos, se trata de cambiar el nombre de algunas calles del centro de Santiago para reconocer a chilenas y chilenos que representan el sufrimiento de las víctimas de la dictadura o la dignidad de quienes enfrentaron de frente a la dictadura batallando por la defensa de los derechos humanos.
En este contexto, imaginamos que, de manera indiscutida, surge el nombre de Jaime Castillo Velasco. Abogado, filósofo, académico y político demócrata cristiano. Castillo Velasco fue ministro de Justicia y ministro de Tierras y Colonización durante el gobierno de Frei Montalva. Recordamos su voz retenida en su garganta, firme y paternal con la que influyó en nuestra formación y en nuestra capacitación como jóvenes militantes ingresados a la DC, con gran sencillez y sentado junto a nosotros nos fue mostrando caminos de esperanza y de luz en los que la violencia no era necesaria ni podía ser admitida. Se quedó para siempre con nosotros su imagen y su enseñanza, le llamamos el "maestro Castillo".
Ya en tiempos de la dictadura militar fue exiliado a Venezuela, con toda violencia fue detenido y embarcado directamente al aeropuerto a toda velocidad, como si se tuviera miedo de que los ciudadanos se dieran cuenta. Aun así, en 1978 se dio fuerzas para crear la Comisión Chilena de Derechos Humanos.
En este ámbito de cosas, le cupo defender diversas causas de derechos humanos, como el exilio de chilenos, o el caso del crimen del excanciller Orlando Letelier, entre otros. Velasco aceptó su regreso a Chile en 1978, pero fue nuevamente expulsado a Venezuela en 1981, junto con los exministros de Allende Carlos Briones, Alberto Jerez y Orlando Cantuarias, y no se le concedió el derecho a regresar al país hasta 1983. Su vocación por la defensa de los derechos humanos en particular motivó al gobierno del Presidente Patricio Aylwin, tras el retorno de la democracia, a incorporarlo a la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación o Comisión Rettig, encargada de efectuar un informe sobre "las más graves violaciones a los derechos humanos cometidas en los últimos años".
Fue profesor de la Universidad de Chile y la Universidad Católica, en la Escuela de Ciencias Políticas; dirigió la revista Política y Espíritu; presidió el Instituto de Formación y de Estudios Políticos (IDEP), fue miembro de la Comisión Ideológica Mundial de la Democracia Cristiana, y fundador y director del Secretariado Latinoamericano de Derechos Humanos.
Por otra parte, en los últimos años la comuna de Santiago ha experimentado cambios sociales, demográficos y culturales que han transformado su patrimonio material e inmaterial. Se han transformado sus arterias, plazas y monumentos, del mismo modo que han cambiado sus residentes y, con ellos, el imaginario colectivo que da fisonomía a su identidad de comuna capital de Chile. Esta peculiaridad la convierte en puerta de entrada al país, en principal vitrina de lo que son y están camino a ser nuestros pueblos y nacionalidades. Santiago, en este sentido, es más que una comuna; es la carta de presentación de nuestro pasado, presente y destino como país.
De modo que actualizar nuestra historia reconociendo a chilenas y chilenos de las horas más duras que ha vivido nuestra patria, que fueron afectados en sus derechos humanos y en su dignidad, cuando no asesinados, significa un gesto y un momento de reencuentro muy simbólico y auspicioso para nuestro futuro y para el futuro de la ciudad capital Santiago.
Quienes se niegan a conmemorar porque fueron partícipes de la dictadura o porque temen que toda conmemoración termine en "violencia y venganza", harían bien en abrirse con respeto a que se puedan generar actos de reparación o patrimonios de memoria que valoren y muestren también al mundo nuestra pluralidad y rindan homenaje a ciudadanos ejemplares como Jaime Castillo Velasco, actos pacíficos y llenos de patriotismo, del verdadero y necesario.
Vejado en su dignidad, expulsado violentamente del territorio nacional como un delincuente en dos ocasiones, Jaime Castillo Velasco volverá así a ser recibido pacíficamente por su pueblo y descansará para siempre en el centro de su ciudad capital con su mensaje de amor y no de odio, con su llamado a la justicia social y al pleno respeto a la persona humana, como antorcha que iluminará el porvenir, "maestro, siempre maestro".
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