En días en que estamos obligadas al distanciamiento social, somos muchas las que hacemos uso de las nuevas tecnologías para estar en contacto permanente con amigas, compañeras y familiares, ya no con un objetivo meramente práctico, sino principalmente, para compartir sentimientos y emociones.
Estamos unas más complicadas que otras, la mayoría agobiadas con el tele trabajo, tareas escolares y labores domésticas, sumado a la inestabilidad laboral y económica que se impone y que hace la carga aún más difícil de llevar.
El aumento sostenido del desempleo y la imposibilidad de vivir la vida y las relaciones sociales como lo hacíamos, se va transformando en una suerte de bomba de tiempo que acumula rabia, impotencia y frustración, y es aquí donde la otra pandemia, la de la violencia contra la mujer, se hace invisible, aún más invisible que antes.
Según cifras de la Red Chilena contra la Violencia hacia las mujeres, nuestro país cuenta a la fecha la triste cifra de 12 femicidios en lo que va de 2020, lo que nos mantiene en estado de alerta permanente.
Carolina Cuevas, actual ministra de la Mujer y Equidad de Género, acusó un fuerte aumento en las denuncias por violencia intrafamiliar desde que se implementó la cuarentena y un incremento de 70%, respecto al fin de semana anterior, cuando aún no se implementaba la medida, en los llamados al fono orientación de dicho Ministerio durante el primer fin de semana de cuarentena, en 7 comunas de Santiago.
No se trata de un problema local, lo advirtió la ONU y son varios los países que reportan un aumento de la violencia contra las mujeres desde que se ha declarado el aislamiento.
Tenemos entonces la responsabilidad social de cuidarnos para cuidar a otros, pero al mismo tiempo, la única medida que ha resultado eficiente para ralentizar el avance de los contagios por coronavirus, obliga a miles de víctimas a mantenerse encerradas con sus victimarios, en un escenario agravado por el estrés y la frustración de los agresores y con menos posibilidades que antes de ser vistas por alguien más que pudiera alertar de estos hechos.
Resulta urgente tomar conciencia, pero más urgente aún, es tomar acciones. Implementar políticas públicas que acompañen en esta crisis a las mujeres, con el objetivo específico de prevenir la violencia. Urge abrir canales de apoyo y adaptar los ya existentes al escenario actual. Tenemos a favor la tecnología, sistemas de geolocalización, de mensajería instantánea.
Que el aislamiento social no nos haga perder el sentido de comunidad. La realidad nos exige ser proactivas, existen los grupos de whatsapp comunitarios, y si no existen, debemos crearlos y promover el cuidado común y hacer todo lo necesario para no ser víctimas del peligro que implica ser invisibles.
El Estado chileno no nos está protegiendo como quisiéramos, razón más que suficiente para que todos y todas estemos aún más alerta, para que hoy, que no podemos hablar, hablemos, nos comuniquemos, nos ocupemos los unos de los otros.
Ya podremos reencontrarnos y abrazarnos, ahora no perdamos de vista el hecho de que en este instante preciso, pueden ser muchas las mujeres que estén siendo víctimas de algún tipo de violencia.
La cuenta del Estado chileno en lo que a protección de las mujeres se refiere, está en números rojos. La situación de crisis sanitaria que obliga al confinamiento, trae inevitablemente consigo la violencia como efecto colateral de la pandemia.
Mientras nosotras nos unimos para cuidarnos, nos comunicamos para ser vistas, nos escuchamos para saber que hay otras dispuestas a ayudar, exigimos a este y todos los gobiernos, que cumplan con lo que les toca, porque gobernar es proteger.
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