Según diversos testigos, el autor de la masacre en Orlando, Omar Mateen, usaba aplicaciones como Grindr y asistía regularmente al club Pulse, cuyo público es mayoritariamente gay, lésbico, bisexual, transexual o intersexual (LGBTI).
La situación ha levantado sospechas y especulaciones sobre si Mateen era gay o bisexual.Pues bien, la orientación o conducta sexual del sujeto es irrelevante. El terrorista asesinó a 49 personas motivado por el odio a la diversidad sexual y el fanatismo. Eso es lo único que importa.
He leído en redes sociales a homófobos diciendo que si Mateen era gay, no estaríamos en presencia de un crimen de odio. También leí a algunas personas abiertamente homosexuales, negando muy enojadas toda posibilidad de que Mateen fuese gay y calificando a tal hipótesis como una estrategia para ocultar el móvil homofóbico. Ambas visiones se basan en el erróneo y prejuicioso supuesto de que la homofobia tiene relación con la orientación sexual de las personas.
La homofobia, y la transfobia son transversales y se dan en todos los sectores políticos, ideológicos, religiosos, culturales o sociales. También se expresan en todas las orientaciones sexuales e identidades de género.
Cuando creamos el Movilh en 1991 hicimos una encuesta en la población LGBTI. Más del 90% se avergonzaba de los “gays amanerados” y de “las lesbianas amachadas” y consideraba a la transexualidad como una enfermedad. Casi el 100% estimaba que era indigno luchar públicamente por los derechos de la población LGBTI; de ahí que en nuestra primera marcha fuésemos apenas un puñado de personas y un 50% había alguna vez ridiculizado a otra persona de la que se sospechaba era homosexual o transexual, para ocultar la propia orientación sexual o identidad de género.
Aunque con porcentajes menores, esta realidad sigue ocurriendo en Chile y en diversas partes del mundo, con consecuencias fatales. Sólo en los últimos 5 años, se han conocido en Chile al menos 4 asesinatos homofóbicos perpetrados por hombres luego de haber tenido relaciones sexuales consentidas con las víctimas del mismo sexo que habían conocido por internet.
Más aún, es vox populi que una parte de las autoridades, laicas o religiosas de diversos países son gays o lesbianas, al mismo tiempo que son las más férreas opositoras u obstaculizadoras de la igualdad de derechos para la diversidad sexual.
La existencia de personas LGBTI que discriminan a otras por su orientación sexual o identidad de género, refleja el crudo y brutal peso cultural de la homofobia y la transfobia. Se trata de un pensamiento institucionalizado de siglos, tan gravitante que hasta la década del 90 la segregación y exclusión de la diversidad sexual era parte del sentido común, era una característica mayoritaria de la identidad nacional y mundial.
Es deber de todas y todos, sean LGBTI o heterosexuales, contribuir a erradicar la (auto) discriminación que daña a la sociedad como conjunto, sea cual sea la orientación sexual o identidad de género. Es deber de todas y todos, ayudar a que las personas asuman y puedan vivir sin miedos, ni culpas su orientación sexual o identidad de género
Es tiempo de quitarle el apellido de “gay” o “lésbico” a quienes incurren en delitos, abusos o violencia. Omar Mateen es un asesino homofóbico. Y punto.
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