Co-escrita con Iris Lobos, directora nacional del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA)
El sector agropecuario es responsable de producir alimentos para una creciente población a nivel mundial, el cual es altamente vulnerable a los efectos de la crisis climática. Los agroquímicos se utilizan en la agricultura para enfrentar plagas y enfermedades, por tanto, producir más alimentos incrementa su uso.
Chile usa el doble de agroquímicos que el promedio de los países OCDE, siendo uno de los países que más aplica estos productos a nivel mundial. Sin embargo, su uso tiene externalidades negativas para la salud humana, sobre todo para trabajadores agrícolas, y el medio ambiente, en donde agudiza aún más la vulnerabilidad del sistema agroalimentario.
Es por esto que es urgente priorizar en nuestro país la misión de reducir el uso de agroquímicos, y para ello debemos orientar la innovación agrícola en el desarrollo de tecnologías para la Transición hacia la Agricultura Sostenible (TAS), como los bioinsumos: productos de origen biológico utilizados para mejorar la fertilidad del suelo, la salud de las plantas y el control de plagas y enfermedades.
El éxito de esta estrategia depende de nuestra capacidad de incrementar la oferta de bioinsumos desarrollados en Chile, dado que según la agencia Research and Markets (2020), se estima que este mercado, en particular los bioplaguicidas, crecerá de US$3.300 millones en 2020 a US$7.400 millones en 2027, con un aumento anual estimado de 12,4%. Es en este contexto que desde el Gobierno del Presidente Gabriel Boric, a través del Ministerio de Agricultura y del INIA, se crea el Centro Nacional de Bioinsumos (CeNBi) como parte de su estrategia para acelerar el desarrollo y transferencia de tecnologías TAS en el sector productivo.
El centro, ubicado en Chillán, coordinará el escalamiento de los bioinsumos de INIA en envases para predios medianos, pequeñas explotaciones e incluso para uso doméstico o jardines urbanos. Estos productos han sido aplicados en frutales, principalmente, avellano, cerezos, arándanos, frutilla, frambuesa y vides; hortalizas como lechuga, tomate, pepino y ají; y en menor grado en cereales, con muy buenos resultados.
En el corto plazo se espera triplicar la producción actual de dosis y licenciar su producción a cooperativas y empresas, lo que permitiría cubrir una superficie estimada de 85 mil ha agrícolas, reduciendo la huella de agroquímicos nacional en cerca de 14%.
El éxito de esta misión no solo requiere políticas públicas de incentivos, sino también de una fuerte colaboración público-privada, incluyendo al sector agroexportador, quienes deben invertir y hacerse parte de este desafío e insertarnos en un mercado internacional cada vez más exigente en términos de inocuidad y sostenibilidad.
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