Hoy más que nunca, la Agenda 2030 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible exigen una mirada de futuro y nuevas formas de hacer empresa, integrando la sostenibilidad en el diseño de las estrategias corporativas. En este nuevo escenario, existe la urgente necesidad de impulsar una reactivación sostenible, que se preocupe no solo por el crecimiento económico, sino también por la protección de la salud de las personas, el cuidado del medioambiente y la reducción de las desigualdades. Se requiere creatividad e innovación para generar valor y plasmarlo en políticas económicas, sociales y medioambientales, con un criterio de resiliencia, de modo de asegurar la eficacia y la flexibilidad en esta nueva normalidad.
Es que, en medio de la pandemia, las empresas están sometidas a una gran tensión para equilibrar la preocupación por las personas, seguir operando y velar por la sostenibilidad en el tiempo. Hoy en día, y con mayor razón ante la crisis, para crear valor, las compañías necesitan estar conectadas con sus grupos de interés y comprender el contexto social y ambiental en el que operan.
Es así como las empresas poco a poco están asumiendo un rol clave de liderazgo, reafirmando la importancia de la sostenibilidad, generando un cambio cultural en el sistema económico, nueva realidad de la cual las empresas están cada vez más conscientes. De hecho, las empresas chilenas que han suscrito el Dow Jones Sustainabilty Index, se han transformado en un paradigma para que otras sigan el mismo camino al mostrar los beneficios que ello reporta a su negocio y cuánto contribuye en su posicionamiento respecto a sus grupos de interés, especialmente sus colaboradores, proveedores y clientes. El comportamiento responsable de una empresa, y los altos estándares solicitados hacia ellas en materia de aporte a la sociedad, así como a su contribución económica y a su respeto al medioambiente, no solo es muy valorado por los ciudadanos, sino también, más exigido. Esa tendencia va a ser cada vez más intensa, sobre todo después de la experiencia vivida con una crisis de tal de tal magnitud como la que estamos enfrentando.
Fomentar la inversión responsable permite que las compañías se exijan para alcanzar estándares establecidos, en materia de gobernanza, de aspectos sociales y medioambientales. Ya no es suficiente invertir en grandes empresas solo por el hecho de que sean rentables. Hoy se hace indispensable analizar si su comportamiento es éticamente confiable; si posee, genuinamente, valores y si los practica, y si sus objetivos son coherentes con las expectativas de los inversionistas. Porque sin duda, esta pandemia ha entregado a la humanidad la oportunidad de recordar cuáles deben ser nuestras prioridades y que la lucha por la vida, la salud y la integridad de las personas está por sobre cualquier cálculo o ganancia sin tomar conciencia de lo que ocurre en nuestro entorno. Así, la nueva realidad nos obliga a repensar la sociedad que debemos construir entre todos.
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