Chile y el resto de países del mundo se han visto afectados por una crisis sanitaria sin precedentes, que ha costado miles de vidas humanas y ha generado efectos económicos y sociales muy profundos. Salir adelante de esta situación nos exigirá a todos actuar de manera asociativa para poner en el centro de nuestra preocupación la recuperación de la economía y el desarrollo productivo.
Sin embargo, los cambios que hemos enfrentado como sociedad exigen que las empresas que participen del proceso de reactivación y desarrollo pongan su foco en la sustentabilidad, buscando fijar su interés en el bienestar de sus clientes, trabajadores, proveedores y la sociedad en su conjunto. Y esto significa ampliar la mirada y combinar lo económico, lo social y medioambiental entre los objetivos de las empresas.
En este punto, la economía social y en particular el modelo cooperativo tienen mucho que decir. El cooperativismo es un modelo empresarial que propicia la colaboración, que es una de las mejores herramientas para generar valor compartido. Promueve también la solidaridad y la democracia en un entorno de mercado, ya que, en el modelo cooperativo, en su base societaria, cada persona es un voto, independiente de su capital.
Se trata de empresas que nacen de la sociedad civil, es decir, son empresas que nacen "de abajo hacia arriba". Su estructura democrática de gestión y la constante búsqueda de una solución colectiva a necesidades colectivas, hace del modelo cooperativo una innovación social.
A las cooperativas no es necesario inducirlas a ser socialmente responsables. Son la responsabilidad social hecha empresa.
Además, durante su historia, el cooperativismo ha tenido un rol social relevante en la descentralización y desarrollo de las comunidades locales, ya que a partir de la colaboración, hombres y mujeres de distintas localidades forman y se unen tras el propósito de mejorar su calidad de vida, permitiendo así un desarrollo que soluciona problemáticas territoriales locales que benefician a todos. En esta línea, la asociatividad ha sido clave para la consecución de objetivos comunes, mejorar la productividad vía economías de escala, y la generación de autoempleo.
En el mundo desarrollado, las cooperativas tienen un rol empresarial muy relevante, hay de todos los tamaños y participan en las más diversas actividades económicas.
En Chile, también existen cooperativas pequeñas, medianas y grandes, y son ejemplo de diversificación productiva, sectorial y regional. De acuerdo con los datos de la División de Asociatividad del Ministerio de Economía, en los últimos cinco años se ha duplicado la cantidad de cooperativas activas, lo que habla de un movimiento que está más vivo que nunca, sin embargo, existe una brecha importante para seguir creciendo.
Para ayudar a construir la sociedad que queremos se requiere entrar en un nivel de diversificación productiva, buscando modelos económicos que coexistan con los tradicionales. En este escenario, la economía social, y el cooperativismo en particular, se presenta como una alternativa válida y vigente para paliar las consecuencias derivadas de esta crisis y como una respuesta concreta para la reactivación económica.
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