La trayectoria recesiva de la economía chilena no debería sorprender a nadie, pues las malas noticias en este ámbito son pan de cada día. El ministro de Hacienda, Mario Marcel, advirtió que la "desaceleración económica y el desempleo de Chile se agravarán y el último trimestre de 2022 será el más difícil". La presidenta del Banco Central de Chile, Rosanna Costa, explicó que "dos tercios de la debacle económica", que durará al menos hasta 2023, "están asociados a factores internos". Más allá de los lamentos, llama la atención el silencio de los economistas sobre cómo retomar el crecimiento económico y el desarrollo.
El Banco Mundial estima que el crecimiento económico de Chile será de 1,5% en 2022 y -1,5% en 2023, es decir, un desempeño por debajo del promedio de América Latina (3% en 2022 y 1,6% en 2023). Estas cifras no son baladíes. Por un lado, una tasa de crecimiento de 2% anual permite duplicar el producto interno bruto (PIB) en 35 años, una tasa anual del 4% en 17,5 años y una tasa del 6% en 8,8 años. ¡Los niveles de crecimiento de la última década duplicarán el PIB en 87,5 años! Por otro lado, una tasa de crecimiento menor al 2% anual tiende a aumentar la pobreza, la indigencia y la desigualdad.
Se estima que la pobreza extrema aumente desde 8,4% en 2018 a 10,5% en 2022 (6,85 dólares por día) y la desigualdad medida por el índice de Gini desde el 44 en 2018 al 47,1 en 2022 (0 es perfecta igualdad y 100 perfecta desigualdad, el promedio de Latinoamérica es 50 y el de países desarrollados esta entre 20 y 30), manteniéndose o decayendo aún más en 2023.
Las tasas de inflación de dos dígitos (14% en Chile, la cifra más alta en los últimos 30 años) redujeron el crecimiento económico en 1 punto porcentual, empobreciendo aún más a los chilenos. Finalmente, la incertidumbre institucional es la guinda de la torta para inhibir los incentivos para ahorrar, invertir y emprender, llevando la informalidad laboral al 28%, triplicando el número de campamentos (una parte se debe a la inmigración desenfrenada) y manifestándose en el aumento de la agresividad y la delincuencia.
Mi libro "Principios modernos de economía del desarrollo" (2022) explica que el desarrollo económico es la ampliación de soluciones a los problemas humanos. Un problema humano es una situación que el individuo juzga que vale la pena explicar y resolver. El crecimiento económico depende del nivel de ahorro para sostener una mayor producción dirigida a resolver los problemas humanos cada vez más complejos. Sin embargo, los riesgos de confiscación (la posibilidad de que las personas juzguen que serán despojadas de sus bienes, por ejemplo, la falta de orden público, desigualdad jurídica, impuestos y regulaciones expropiatorias, riesgo de default, barreras al comercio, inestabilidad institucional, entre otros) anticipan menores niveles de ahorro, inversión y emprendimiento. La coordinación entre la oferta y la demanda de soluciones a los problemas humanos se vuelve cada vez más difícil o imposible. En pocas palabras, los riesgos de confiscación son un lastre para el crecimiento económico y el desarrollo.
Los índices de Libertad Económica, Facilidad para hacer Negocios y Percepción de la Corrupción muestran el aumento de los riesgos de confiscación en Chile con los resultados ya mencionados. El Presidente Gabriel Boric tiene en sus manos la posibilidad heroica de torcer la mano del destino, reduciendo los riesgos de confiscación (y con ello, fomentando el ahorro, la inversión y el emprendimiento) para llevar a Chile de la recesión al desarrollo. En cambio, si el Presidente se empeña en elevar los riesgos de confiscación manu militari, añoraremos los últimos 30 años que algunos tanto se empeñan en desacreditar.
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