El trabajo debe ser un elemento central de la dignidad de las personas

La celebración y conmemoración del día de trabajadores y trabajadoras, ayer 1 de mayo, nos mueve a reflexionar sobre cuál es el sentido del trabajo humano y de qué modo en el actual proceso constitucional se expresará este derecho. Leyendo la propuesta sobre el trabajo que ofrece la comisión de expertos, esta no parece muy auspiciosa ya que se olvida de elementos centrales de esta garantía fundamental, partiendo por no reconocer el derecho humano al trabajo.

Comencemos diciendo que lo central del trabajo está en su capacidad de dignificar a la persona, el cardenal Raúl Silva Henríquez así lo expresa en su homilía del 1 de mayo de 1969.

"Sí, el mundo obrero celebra hoy, antes que una masacre, un testimonio: el testimonio de que él mismo puede y debe ser, en inquebrantable unidad, el principal protagonista de su propio destino. La esperanza, por eso, de conquistar por sí mismo su lugar en la Tierra, luchando solidariamente por hacer valer su dignidad de persona"

La esperanza sigue siendo que el trabajo es uno de los elementos centrales de la dignidad de las personas, un elemento fundamental de la vida, de la participación y de las relaciones sociales, una de las vías de acceso al consumo, al desarrollo personal y fuente principal de creación de la riqueza, es al mismo tiempo capaz de genera hábitos, pautas de relación, conductas y comportamientos, por ello su importancia en la construcción de una nueva cultura.

Hoy, sin embargo, no podemos dejar de reconocer que el trabajo ya no está en condiciones de desempeñar la función recién descrita, el sistema ha configurado una sociedad donde el trabajo no es bien para la vida, sino que esclaviza y aliena a las personas, es un instrumento al servicio del capital por encima de la persona. El insolente y atrevido "desarrollo" capitalista ha menoscabado y agotado los recursos del planeta y ha creado las condiciones estructurales para que sea posible el objetivo primordial de la globalización neocapitalista, esto es, proporcionar al capital el control total sobre el trabajo y los recursos naturales, aunque para ello deba privar a los trabajadores/as de sus derechos y agotar las fuentes de riqueza que nos ofrece a todos /as la tierra.

Esta deshumanización del trabajo sitúa a la persona en una peligrosa situación de vulnerabilidad y exclusión social, no podemos olvidar que siguen siendo una mayoría los hombres y mujeres de nuestro tiempo que viven precariamente el día a día, con las consecuencias funestas que ello significa en sus vidas.

Por lo que creemos que hay que hacer más fuertes y visibles aquellos esfuerzos para que "nunca más el trabajo esté contra el trabajador(ra), sino que siempre el trabajo sea para el trabajador(ra), y el trabajo esté al servicio del hombre (mujer), de todos los hombres (mujeres) y de todo el hombre(mujer)"(1).

El desempleo, la precariedad laboral, la falta de perspectivas laborales que padecen los trabajadores/as y por tanto las posibilidades reales de realizar proyectos vitales es un drama que la crisis y la actual política neoliberal han agudizado y constituyen uno de los principales factores que explican la grave desigualdad social en el Chile de hoy.

Desde un pensamiento de izquierda cristiana, el trabajo humano no es una mercancía que se ofrece al alza o a la baja, en el mal llamado mercado laboral, tampoco el contrato de trabajo es un trueque, no es sólo cambio de trabajo por dinero. El trabajo tiene a lo menos tres grandes dimensiones.

Es una manera en que nos proveemos de nuestro sustento y el de nuestra familia. Es una prestación, un servicio, una donación que ofrece y aprovecha a toda la comunidad humana, el trabajo tiene un sentido social y trascendente. Por ello el trabajador pone toda su voluntad, toda su fuerza, el tiempo de que dispone y entrega en él su personalidad, sus cualidades; lleva a cabo una tarea desde el punto de vista de un servicio a la comunidad.

Es una forma de realización personal, humana, íntima que no tiene nada que ver con la obtención de más o menos ingresos, por ello es un deber de trabajadores y trabajadoras poner su mejor empeño en lograr calidad en el trabajo que realiza. También por ello el desempleo tiene una dimensión que supera lo económico y que ataca la realización y el sentido de la vida de hombres y mujeres.

Lo anterior, debiera significar un esfuerzo por derrotar la forma capitalista que hace del empleo una esclavitud, una alienación y que centra todas las reivindicaciones laborales en el dinero.

En una línea más de alienación que de dignificación parece estar el texto que propone la comisión de expertos, en su art 17 Nº 18: "El derecho al trabajo decente, a su libre elección y libre contratación".

Estos conceptos son claramente insuficiente para relevar al trabajo como un elemento fundamental de la vida, ya que no garantiza el trabajo como un derecho humano, pone el centro en el individualismo y está muy lejano a un efectivo reconocimiento de la dignidad de este.

Por eso, es que principal tarea será que el trabajador y trabajadora deban disfrutar en el hecho mismo del trabajo, así como de sus logros y beneficios, aportando con él a la construcción social. Invitación que deberíamos recoger, si queremos transitar la senda hacia una sociedad donde el trabajo humano adquiera su verdadera dimensión de dignificar la vida de las personas.

(1) Papa Pablo VI. Discurso en la OIT, 10 de junio de 1969 - los paréntesis son del autor

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