Termina enero, se acaba el tiempo para reflexionar sobre lo que queremos para este 2025 y se hace urgente empezar, en la práctica, a hacer cosas concretas por esos objetivos. Ad portas de las vacaciones, para una gran mayoría de chilenos parece un momento clave para empezar a trabajar acciones sobre Chile y para Chile, para hacernos cargo de las confianzas en el país, aquel eje que indiscutiblemente marca el curso de crecimiento de una nación, en todos los ámbitos de su quehacer y que, por una década ya, venimos viendo caer y deteriorarse.
Hace unos días se dio a conocer el estudio "Confianza Organizacional - PULSO 2024", realizado por Futuro del Trabajo Sofofa, Capital Humano y Almabrands. Nota 5,5 en la general, con una leve tendencia a la baja de la confianza en las organizaciones, cuyo énfasis está dado por la disminución registrada sobre todo en los grupos de mujeres y trabajadores del sector público. Por el contrario, destaca el incremento de la confianza en organizaciones con trabajo híbrido.
Al observar estos datos, no puedo evitar notar que parte de los avances logrados durante la pandemia parecen desvanecerse. Es preocupante cómo lo que tanto esfuerzo nos costó construir en esos meses de encierro corre el riesgo de perderse. La pandemia nos dejó lecciones profundas sobre la importancia de la empatía, la adaptabilidad y el propósito compartido. Entonces, la pregunta que surge es ¿cómo aseguramos que esas lecciones no queden en el olvido?
Hay un dato relevante: Las mujeres son las más críticas cuando se trata de evaluar cómo las empresas enfrentan este nuevo desafío. Esto no sorprende. Muchas veces, ellas han sido la voz que exige una transformación más profunda y estructural en los espacios laborales (y más allá también).
En cuanto a las prioridades para este período, si hablamos de confianza, dos dimensiones destacan como las más importantes para trabajar: El desarrollo de competencias y el manejo de crisis y conflictos al interior de las empresas. En cuanto al desarrollo de competencias, la expectativa de las personas ha evolucionado. Ya no basta con ofrecer condiciones laborales justas o atractivas. Hoy, las personas esperan que sus lugares de trabajo sean espacios donde puedan crecer, adaptarse y responder así a las nuevas exigencias de un mundo que cambia rápidamente. Esto no se trata solo de capacitaciones o un curso de inglés aislado, sino de una promesa: acompañar a cada colaborador en su desarrollo personal y profesional con miras a la realización.
En cuanto al manejo de crisis y conflictos, como otra de las dimensiones clave para mejorar la confianza, vale la pena considerar que, en un entorno tan polarizado como el actual, las empresas tienen no sólo la oportunidad -sino la responsabilidad- de ser puentes. En lugar de alejarse de los temas que nos dividen, deben conocerlos y enfrentarlos, gestionándolos con diálogo, participación, valentía y liderazgo. Al hacerlo, pueden conectar diferencias y generar algo nuevo a partir de ellas.
Una transformación empujada por las empresas tiene un potencial de alcance gigantesco. Ellas, son agentes de cambio social y cultural. Tienen el poder de influir y construir un ecosistema más consciente y ético en nuestro país, desde cada uno de sus equipos, liderazgos y colaboradores. Esta convicción nos inspira a pensar en el gigantesco potencial que una transformación liderada por las empresas puede tener para Chile y el mundo.
En síntesis, este 2025, de las empresas esperamos más. No solo desde su aporte económico al país, junto a los puestos de trabajo que puedan otorgar, sino desde todo ese tremendo rol social que tienen como articuladores y gestores de la confianza, del desarrollo y la convivencia social, esenciales al bien común que todos perseguimos y ansiamos.
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