En el trabajo: fortalecer capacidades para transformar realidades

En un mundo de cambios vertiginosos, las competencias transversales se vuelven la llave para sostener el empleo y crecer a lo largo de toda la vida.

Los llevaré a un caso real. Uno que probablemente hayan escuchado antes en su experiencia laboral. Ana, técnica en mantenimiento eléctrico, obtuvo un trabajo tras destacar en una capacitación. Técnicamente era impecable. Pero tres meses después fue desvinculada. ¿La razón? Dificultades para trabajar en equipo, poca tolerancia al estrés y escasa capacidad para comunicar sus ideas. No fue su conocimiento técnico lo que falló, sino su debilidad en competencias transversales -también conocidas como habilidades para la vida-, y muchas veces injustamente llamadas habilidades blandas.

Situaciones como la de Ana son cada vez más comunes. Las competencias técnicas abren la puerta, pero son las competencias transversales las que permiten mantenerse y prosperar en el mundo laboral. ¿De qué hablamos cuando hablamos de competencias transversales? De habilidades como la comunicación efectiva, la inteligencia emocional, la resolución de problemas, el pensamiento crítico, la adaptabilidad, la colaboración, la creatividad, la alfabetización digital, la resiliencia, la perseverancia y, por supuesto, la capacidad de aprender a aprender. Son herramientas invisibles pero esenciales, que nos permiten trabajar en equipo, gestionar conflictos, enfrentar cambios y seguir aprendiendo.

Con motivo del 1 de mayo, Día Internacional de las y los Trabajadores, estamos llamados a reflexionar sobre el presente y el futuro del trabajo. Los cambios ocurren de manera acelerada: la irrupción tecnológica, nuevas formas de organización laboral, automatización, teletrabajo, y también un nuevo marco legal que pone al centro la dignidad, la inclusión y el respeto.

En los últimos años, Chile ha avanzado en una serie de reformas legislativas que nos interpelan como sociedad. La Ley Karin, el Convenio 190 de la OIT, la Ley de 40 horas, la Ley de Teletrabajo y Conciliación, entre otras, no solo actualizan marcos jurídicos: empujan una nueva cultura organizacional basada en el cuidado, el equilibrio entre vida y trabajo, y el trabajo decente. Este contexto exige algo más que adaptación: exige visión. Y esa visión comienza con una premisa clara: fortalecer capacidades para transformar realidades.

Como señala Cepal (2024), "las políticas públicas deben incluir estrategias para fortalecer las competencias transversales, tales como el pensamiento crítico, la resolución de problemas y la adaptabilidad al cambio". Y como bien agregan Gontero y Albornoz, las estrategias de formación deben tener un enfoque integral que incorpore habilidades como la comunicación, el liderazgo y la resolución de conflictos.

Es aquí donde la capacitación cobra un nuevo sentido. Ya no se trata solo de transmitir conocimientos técnicos. Se trata de formar en habilidades para la vida. Por eso tanto la OIT como Unesco han puesto foco en este tema. Subrayan que la educación debe preparar a las personas para desenvolverse en un mundo incierto, interconectado y tecnológicamente avanzado. No basta con formar para el empleo; hay que formar para la vida en comunidad, para los desafíos globales y para una ciudadanía activa y comprometida.

En ese marco, las competencias transversales emergen como herramientas indispensables para el presente y el futuro laboral. Entre ellas, destaca con fuerza la capacidad de aprender a aprender, una habilidad crítica en un entorno donde la incertidumbre social y laboral, sumada al envejecimiento poblacional, nos obliga a pensar en trayectorias profesionales no lineales. Viviremos más años, y probablemente cambiaremos varias veces de ocupación o rubro. Esto nos exige mantenernos en constante proceso de reinvención y aprendizaje.

Aprender a aprender implica desarrollar la capacidad de gestionar el propio proceso de formación, identificar necesidades, buscar recursos, autoevaluarse y adaptarse a nuevas circunstancias. Es una habilidad que otorga autonomía, fomenta la curiosidad y sostiene el crecimiento personal y profesional a lo largo de toda la vida.

La formación integral no es un lujo ni un complemento: es una necesidad urgente que debe abordarse con una mirada crítica y estratégica. Preparar a las personas solo desde lo técnico es condenarlas a enfrentar un mundo laboral con herramientas incompletas. Apostar por las competencias transversales es apostar por trayectorias más estables, por entornos laborales más saludables y por sociedades más equitativas y resilientes.

Porque en un mundo donde el cambio es la única constante, saber hacer ya no alcanza. Hoy también debemos saber ser, saber convivir y, cada vez más, saber seguir aprendiendo.

El 1 de mayo recordamos que el trabajo digno no se sostiene solo con buenas intenciones, sino con condiciones, oportunidades y herramientas reales para crecer. Y entre ellas, las competencias transversales emergen como un pilar clave para construir un futuro laboral más justo, resiliente e inclusivo.

Conmemorar este día es también reconocer que el mundo del trabajo cambia, y que nuestras formas de prepararnos para él deben evolucionar. Aprender a aprender, comunicarnos mejor, colaborar, adaptarnos... son parte del nuevo contrato social del que nos hablan organismos como Unesco, OIT y Cepal. Un contrato donde todas las personas tengan oportunidades de florecer y contribuir al bienestar colectivo.

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