La aprobación del Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico por 77 votos favor, 68 votos en contra y 2 abstenciones, es una buena noticia para el país, pero el debate público y particularmente la discusión en sala da cuenta del grave deterioro de la calidad de la política.
Se puede estar a favor o en contra del Tratado y es perfectamente legítimo que el Frente Amplio y el Partido Comunista lo voten en contra, como una expresión más de su rechazo al modelo económico y social consolidado en Chile, modelo que a nuestro juicio ha traído grandes beneficios al país, pero que ellos repudian.
Lo que resulta preocupante y lamentable es que un número considerable parlamentarios de la NM que aprobaron este Tratado en las comisiones y lo apoyaron cuando fue impulsado por el gobierno anterior, hoy hayan cambiado su voto, sea por entrar en la lógica “unitaria” de oponerse al gobierno a cualquier precio, o por congraciarse con un sector de la opinión pública de izquierda o bien todas las anteriores.
La degradación del debate se aprecia en la veracidad de los argumentos. Las redes sociales difundieron profusamente que el TPP11 implicaba un menoscabo para los pueblos originarios, en especial por la regulación de propiedad intelectual respecto de las semillas, que encarecería los medicamentos, que protegería a las transnacionales en desmedro de los ciudadanos, facilitándoles a éstas demandar al Estado, el que no podría implementar nuevas regulaciones, o que precarizaría el trabajo en beneficio del capital, entre muchas otras aseveraciones.
Lo cierto es que materias como las semillas o los fármacos estuvieron en discusión cuando EE.UU. era parte de las negociaciones, pero esas cláusulas de propiedad intelectual dejaron de ser parte del Tratado cuando ese país se retiró de las negociaciones. No obstante, escuchamos una y otra vez hacer referencia a esos tópicos para justificar su voltereta, rechazando lo que ayer era incluso parte del “legado” de su gobierno. ¿Será que argumentaron sin leer lo que estábamos votando?
Este tratado establece un mecanismo de solución de controversias que es muchísimo más restrictivo para las empresas que todos los TLC anteriores, que ellos mismos también aprobaron durante los últimos 20 años, señalando expresamente que nada impide a los Estados adoptar, mantener o aplicar cualquier medida que consideren apropiada para asegurar que las inversiones se desarrollen acorde con los objetivos regulatorios en el ámbito medio ambiental, de la salud pública, protección social, protección al consumidor, o de la diversidad cultural, de los derechos indígenas o de las minorías. ¿Será que leyeron las redes sociales, pero no las minutas legislativas?
Igualmente, el TPP11 avanza en la protección laboral, incorporando los principios rectores de la OIT y generando un piso mínimo en estándares laborales. Sin embargo, incluso se llegó a argumentar que el TPP11 ponía en riesgo conquistas laborales como el pos natal o las vacaciones.
Sin duda reducir y eliminar barreras arancelarias y para arancelarias para más de 3.000 productos chilenos, que se traducirán en más exportaciones, mayor estabilidad y condiciones laborales para miles de trabajadores y mejores oportunidades para nuestra industria agroalimentaria, y especialmente para las Pymes con la apertura de nuevos mercados para la venta de servicios, es una muy buena noticia.
Es legítimo pensar distinto, incluso cambiar de opinión también lo es. Pero no es correcto argumentar en contra de disposiciones inexistentes. Sea por ignorancia - quizás no estaban informados que las minutas y argumentos que reproducían majaderamente eran de un texto diferente del que estábamos votando - o bien por conveniencia, para justificar un cambio de postura tan difícil de explicar, lo cierto es que se daña la calidad del debate y el debate, es de la esencia de la democracia.
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