Recuerdo una historia en la que una persona corría junto a su bicicleta, esforzándose por arrastrarla para llegar pronto a su destino. Le preguntaron: "¿Por qué no te subes a la bicicleta para ir más rápido?" Y respondió: "Es que estoy demasiado apurado como para perder tiempo subiéndome".
En innovación a menudo ocurre algo similar. No innovamos cuando nos va mal porque no podemos (falta de recursos para arriesgar), y tampoco lo hacemos cuando nos va bien porque estamos demasiado enfocados en hacer crecer el negocio (falta de tiempo para arriesgar).
En la industria de la construcción, innovar ha sido un desafío y un riesgo que muchas veces ha dado buenos resultados. Episodios como la pandemia en 2020 o la crisis subprime en 2009 nos han llevado a buscar nuevas tecnologías que ayuden a revitalizar ese sector. Estos eventos han sido motivadores para innovar en proyectos cruciales como Construye 2025, destinados a abordar las necesidades de productividad, sustentabilidad y capacidad de exportación de servicios especializados en la industria. Así como también, hemos logrado un avance en la digitalización de la construcción a través de BIM (Building Information Modeling).
En Idiem, nos mantenemos comprometidos a contribuir al desarrollo confiable y sostenible de los proyectos de construcción en Chile. Trabajamos en la implementación de los nuevos requerimientos de la industria en los principales proyectos del país, acompañando a empresas y proveedores en la innovación del desarrollo de materiales y procesos constructivos.
Innovar implica riesgos, pero también lo es no hacerlo. Equilibrar o reducir estos riesgos es lo que se conoce como gestión de la innovación, un punto intermedio entre dirigir a la organización hacia nuevos ámbitos y no detener el proceso habitual de explotación. Aún nos queda mucho por innovar; necesitamos más proyectos colaborativos que inspiren al sector. Por ello, los invito a reflexionar: ¿Qué es peor visto en sus empresas, cometer un error o no innovar?
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