La decisión del Bolsonaro, el nuevo gobernante de Brasil, de "aplicar las políticas económicas de la dictadura de Pinochet", resulta preocupante por sus efectos en las conquistas logradas por el pueblo brasilero para mejorar su calidad de vida y sus derechos.
Toda política puede tener efectos positivos y negativos. En el caso de las reformas neo-liberales de la dictadura de Pinochet el balance es netamente negativo.
El dinamismo exportador, cierto orden fiscal y recuperaciones de la actividad económica fueron acompañados de excesos de importaciones (con déficits fiscales insostenibles), desindustrialización, dos graves recesiones, baja inversión productiva y alta inversión especulativa, deterioro de la educación y de la inversión pública en salud, desempleo y desigualdad creciente.
La puerta abierta aceleradamente a importaciones de todo tipo no es menor. Quebró la industria nacional y muchos de sus trabajadores quedaron en la calle: textiles, manufacturas, cuero y calzado, loza, vidrio, en fin, una larga lista. Un ejemplo muy gráfico es la otrora textil Sumar, convertida en un mall en el sector de Carlos Valdovinos.
Los resultados, no solo fueron muy regresivos, sino además mediocres en lo económico. Hay cifras determinantes e indesmentibles de estas dos conclusiones.
El ingreso por habitante de Chile, en 1973, al inicio de la dictadura, era 28% del de los estadounidenses; en 1989, al final del régimen, había disminuido a 25%. Por lo tanto, Chile no se acercó al mundo desarrollado (EEUU, UE, G-7) sino que se alejó en esos 16 años.
En democracia, hacia 1997, en 8 años, Chile había saltado a 34%. Luego marchó más lento, pero avanzando: ahora 20 años después, está en 42%.
En dictadura, a veces el PIB aumentó 6% anual u 8%, pero en otros cayó 14% o 17%.
El mito de éxito se basa, en mucho, en considerar las recuperaciones ignorando las caídas. El promedio anual fue de solo 2,9%, y una vez ajustado por el alza de la población muestra la caída frente a los EEUU, desde 28% a 25%.
En lo social, el salario mínimo real era menor en 1989 que veinte años antes y la brecha entre ricos y pobres se había agrandado, algo agravado en la primera mitad de la dictadura y peor aún en la segunda mitad (quintil rico con ingreso 20 veces el ingreso del quintil más pobre).
El empleo y el crecimiento económico están asociados a la inversión productiva --maquinarias y equipos, infraestructura, construcciones comerciales y residenciales. Las inversiones fueron menores en los 80s que en los 60s (20% del PIB versus 16%); los empresarios no “votaban” en el mercado por el gobierno pues preferían comprar empresas privatizadas en vez de crear nuevas, el mercado de capitales no ofrecía buen financiamiento a tasas y plazos razonables para la actividad productiva.
El balance neto de las reformas neo-liberales, al final no es pro-desarrollo sino más bien pro-especulación y pro-desigualdad.
¿Cómo se explica el MITO de éxito o milagro? Principalmente, porque la dictadura tuvo dos grandes crisis, recesiones, en 1975 y en 1982.
En las recesiones, el trabajo, los empresarios y los equipos y maquinarias no desaparecen sino que se subutilizan; se produce una brecha entre el PIB efectivo (recesionado) y el PIB potencial.
Después de cada una de esas recesiones vino la recuperación y reutilización, en una historia repetida en 1977-81 luego de la caída de 17% en 1975, y en 1986-89 luego de la caída de 14% en 1982. En las recuperaciones, el PIB efectivo se eleva más que el potencial productivo (PIB potencial), que depende del aumento de maquinarias y equipos, construcciones, trabajadores y empresarios, productividad.
El crecimiento sostenible no consiste en caerse y levantarse sino en la creación sostenida de nueva capacidad. En la dictadura, contando caídas y recuperaciones, alcanzó apenas un promedio de 2,9% anual.
En democracia, Chile lo hizo mucho mejor en promedio, pero a velocidades variables en estos 28 años. En los primeros 9 años (1990-98) a un notable 7,1% anual (con alto empleo y aumento de los salarios); en los siguientes dos decenios a la mitad de esa velocidad.
Estas tres diferentes velocidades responden, no a pura buena o mala suerte, sino a diferentes reformas y políticas económicas nacionales.
Sin duda, hay una superioridad en la calidad y realismo de las políticas públicas en los primeros años de democracia.
Hubo varios aciertos en los años recientes pero hay que reconocer que también existieron algunas fallas significativas y debilidad en seguir intensificando el cambio por sobre la continuidad de lo heredado en una transición pacífica a la democracia.
Con todo, la etapa más exitosa y la más moderada de resultados económicos y sociales de la democracia dejan en tercer lugar los resultados mediocres y regresivos de las políticas tan ideologizadas de la revolución neo-liberal de la dictadura.
Por lo ocurrido en Chile, la decisión de Bolsonaro, no es una buena nueva para el pueblo brasilero.
Nota de la E. Detalles de cifras e interpretaciones en Reformas económicas en Chile, 1973-2017, Taurus, 2018.
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