Llegó marzo con las reformas tributaria y de pensiones, dejando de lado la situación del Senado y la nueva arista del "caso Audios". Debemos hablar de la clase media y su molestia por pagar más impuestos. La pirámide de Maslow es un modelo de necesidades humanas que se presenta como escalas y la podríamos asimilar a las necesidades de las clases sociales. Haciendo una jerarquización de las necesidades humanas, la podríamos ejemplificar de la siguiente forma: en la base, dos grupos que se centran en las necesidades más básicas: lo fisiológico y la seguridad; luego, en el centro, se busca afiliación, es decir, busca la asociación, ser parte de un grupo. Finalmente, dos grupos más, reconocimiento y autorrealización. Al tener satisfechas las necesidades básicas, las personas pueden enfocarse en la búsqueda de poder, discutir temas más trascendentales y en los cambios en la sociedad.
El tema es simple: en Chile por años era fácil clasificar los estratos en las distintas clases, principalmente en el caso de la clase media, que se dividía en 5 grupos, dejando en el C1 la que se encontraba más cerca del reconocimiento y el C5 al grupo relacionado con la seguridad. Lo bueno de ese Chile era que la gran clase media empezaba a moverse dentro de su propia estructura, logrando asegurar el bienestar a sus próximas generaciones, principalmente mediante el estudio y logros académicos. Pero todo eso se terminó.
Podemos asociar lo antes explicado con los tributos. La tabla de impuesto clasifica a la clase media al grupo que se encuentra entre ingresos mensuales de 1.900.000 a 5.900.000 pesos, aproximadamente. Este segmento es el menos beneficiado por el Estado. Por ejemplo, al disminuir la calidad de la educación pública, este grupo se educa en colegios particulares y subvencionados; además, por adquirir una vivienda propia son menores los beneficios y más alto el precio, o es más difícil lograr viviendas en el lugar necesario para su estilo de vida. Por último, la promesa de educación superior gratuita y universal no se cumplió, dejando fuera a este grupo. En general, el tema se multiplica en momentos de estancamiento o crecimiento económico escaso. Y agreguemos la delincuencia, o grupos de narcotráfico que les recuerdan a estos segmentos que también son vulnerables.
Mi visión tributaria siempre ha sido cobrar impuesto a los evasores, y cuando me refería a los impuestos a las personas, me he enfocado a los tramos de más altos ingresos, es decir, sobre 7.800.000 pesos mensuales, beneficiados con rebajas en el pasado. Pero la idea de cobrar más impuestos a la clase media -desde los $3.200.000- debe ser realizada después de ofrecer a este sector mejor calidad de vida en el país. Observemos que esta es la clase que se la juega sola por una mejor calidad de la educación y su salud, pagándola, y se ve menos segura de proteger a su familia y no recibe más beneficios. Tema que, al parecer, fue entendido por el ministro Marcel, ya que cambió su propuesta para aumentar los impuestos desde los $4.500.000.
Lo explicado no es egoísmo, es pagar impuestos para que todos nos beneficiemos, es decir, que se invierta más en educación pública básica y media, que se mejore la calidad de los futuros profesionales, que se apoye a la población más necesitada en su salud, que mejore la calidad de la sociedad en general; pero también dar una ayuda a la clase media, en concreto.
Necesitamos un pacto tributario y un pacto social, donde no sólo se beneficien algunos sectores. Debemos recordar que la clase media siempre paga los impuestos y que generalmente es recordada para sólo cobrarle más impuestos y para las elecciones. Es molesto invitar a una fiesta, costearla, y luego además limpiar el lugar: eso siente la clase media.
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