El control y congelamiento de precios nunca ha sido una buena receta para la sostenibilidad de las economías. Es pan para hoy y hambre para mañana. Un ejemplo claro de ello lo hemos podido observar durante décadas al otro lado de la cordillera, cuya distorsión ante la manipulación tarifaria antojadiza y discrecional por parte de las autoridades de turno provoca desajustes que al final del día terminan pagando los ciudadanos con un fuerte incremento de la inflación.
En Chile estamos observando ese fenómeno con la fuerte alza de las tarifas eléctricas que se comenzaron a aplicar a partir de este mes, luego que el valor de la energía estuviese congelado durante cinco años, provocando una deuda de 6 mil millones de dólares con las empresas generadoras, en una costosa cuenta que hay que pagar.
Por eso es tan importante la responsabilidad fiscal al momento de manejar los recursos públicos y adoptar las decisiones técnicas en materia económica, relacionadas a servicios básicos esenciales para la población. El problema es cuando en esas determinaciones priman las consideraciones políticas y no las racionales.
Como estamos en año electoral, a tres meses de los comicios municipales, Gobierno y oficialismo, en lugar de asumir la responsabilidad y el costo político por esta alza que hace rato se sabía que comenzaría a regir en esta fecha, han optado nuevamente por recurrir al populismo, anunciando una fórmula para ampliar el monto y alcance del subsidio, cuando en principio estaba contemplado para las familias más vulnerables, como debiese ser. Es decir, otra vez se desviste a un santo para vestir a otro, y el Estado se mete la mano desde un bolsillo a otro para traspasar fondos.
No conformes con eso, el Ejecutivo -desconociendo la recomendación del panel de Expertos del Transporte Público, que determinó un alza de $20 en los pasajes para el mes de julio- optó por recurrir a sus facultades legales y hacer efectiva el alza sólo en 10 pesos, lo cual continúa distorsionando un sistema que ya está altamente subsidiado y que además registra altísimos niveles de evasión, con lo que se sigue horadando la sostenibilidad del transporte público, total "paga Moya", y Moya somos todos los ciudadanos.
Si el Gobierno pretende de esta forma artificial controlar la inflación y así poder cumplir con la meta para este año, está equivocando el camino. La explicación es que para ellos no es prioridad que la economía nacional repunte en un escenario de estancamiento, sino que lograr buenos resultados electorales, sobre la base de engañar a las personas, chuteando un problema que más adelante igual terminará impactando a los hogares, especialmente a los de menos recursos.
En el arte de la manipulación, la izquierda chilena tiene un doctorado, y cada vez que lo necesita para sus fines utilitaristas y de corto plazo, echa mano a sus fracasadas recetas, adornando todo con un falso discurso de apoyo a los más pobres. Esta es la peor cara del asistencialismo, que tanto daño ha provocado a las naciones de estas latitudes, por lo que es de esperar que los chilenos no se dejen engañar con estos ofertones electorales disfrazados de beneficios sociales.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado