Por una verdadera competencia

Estamos en un punto donde el consumidor cambió. Actualmente es un actor que está muy atento a las políticas abusivas y malas prácticas de las empresas. Casos como La Polar, farmacias y el del papel tissue, potenciaron de alguna manera una ciudadanía más empoderada ante las políticas empresariales.

Este consumidor exigente y crítico ha generado ruido en las mismas empresas, las que han optado por fortalecer la transparencia, por ejemplo, en sus procesos de producción, precios y planillas. Incluso, con la actualizada delación compensada, hay un intento por seguir generando mecanismos para que las corporaciones involucradas en procesos irregulares transparenten su acción.

Y si bien ambas partes - mercado y consumidores - tienen una versión mejorada sobre cómo operar y sus derechos, es importante encontrar sintonía específicamente para que la cancha donde se compita sea pareja y que el éxito o fracaso de una marca dependa de la demanda más que de las barreras de entrada para la distribución de productos a través de malas prácticas.

Recientemente vimos cómo CCU se ha visto amenazado por su competencia Cervecerías Chile, tras la fusión de AB InBev con SABMiller, luego que se generara una agresiva política comercial que influye directamente en la oferta y posicionamiento de pequeños productores y la industria, llegando a manos de la FNE.

Con la entrada del fiscalizador público, comprendemos que hay interés genuino de  proteger la libre competencia, entendiendo que una menor variedad de productos  termina perjudicando al consumidor. Una verdadera competencia genera precios justos, aumenta la eficiencia de las empresas y fortalece la variedad y calidad de los productos, entre otras cosas.

Sin embargo, esto preocupa al mercado craft. Hoy los productores de cerveza artesanal representan solo el 1% del total del consumo, lo que los hace muy vulnerables ante esta guerra entre dos gigantes cerveceros. Generar políticas de precios agresivas solo busca ganar participación de mercado a cualquier costo, perjudicando a la industria y sin duda a los muchos emprendedores y microempresas que trabajan por tener una mayor variedad y mejor calidad de productos que el cliente busca. 

El consumidor tiene un gran poder, pero hay que hacerlo real, exigiendo un mercado competitivo que le dé la posibilidad de elegir lo que quiere consumir.

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