Más de alguno podría pensar que los resultados de la reciente elección presidencial dejan arrinconados, desarmados y sin proyección a quienes tenemos una mirada y modelo de sociedad diametralmente opuesta al gobierno que asumirá próximamente. Nada más lejos de la realidad, no solo porque estamos orgullosos de haber apoyado a una mujer ejemplar y admirable como Jeannette Jara y su programa, sino también porque "somos muchos más que dos" los que por sobre una resignación inertica ante el avance de la extrema derecha, estamos con la decisión de retomar, aún con mayor entusiasmo, un camino y cruzada en la defensa de nuestras ideas, convicciones, propuestas y valores en los que debe sustentarse el Chile para nuestros hijos y nietos.
Es cierto que grupos importantes de la ciudadanía han elevado su conciencia y sus estándares frente a la justicia social y al umbral de lo soportable, pero no es menos cierto que en muchos otros sectores hay una desesperanza instalada, que se ve agravada por la dimensión, profundidad y diversidad de amenazas que se ciernen sobre la humanidad, con las respectivas peculiaridades en nuestro país, todo lo cual genera mucha inseguridad física y precariedad económica que provoca un agotamiento psicosocial y una suerte de "frustración violentadora", con la consecuente denostación, a ratos desproporcionada, de nuestras instituciones.
En medio de este ambiente y considerando nuestra preocupante expectativa sobre el desarrollo del futuro gobierno, es decir, de la concreción de todo lo que prometió con tanta asertividad el candidato Kast, más lo que no se ha atrevido a decir y que también va a querer implementar, visualizamos dos ámbitos principales en que debería concentrarse nuestra tarea. En primer lugar, sobre las bases de una antropología centrada en la persona, que es la antítesis tanto del individualismo reinante como del bien común entendido como la sumatoria o el promedio de los intereses individuales, se abre un tiempo para mantener y reforzar las demandas por mayor igualdad, seguridad, protección y derechos sociales garantizados, las que deben constituirse en componentes esenciales de las reivindicaciones que serán parte del proceso histórico que vivirá la sociedad chilena los próximos años.
No hay que olvidar que en tiempos de crisis, nuestro espíritu e inteligencia se dotan de una especial fuerza y motivación que nos lleva a tomar una mayor conciencia de nuestro entorno y a dar especial significación a la construcción de proyectos comunitarios, los que se convierten en un recurso social por excelencia para continuar la búsqueda de las transformaciones en paz, con justicia social y con la configuración de una nueva relación estado-comunidad y mercado que de origen a un orden social y económico humano, con un rol activo de la ciudadanía y respetuoso de la naturaleza.
Pero al mismo tiempo, lo anterior supone como segunda tarea fundamental, abordar la controversia y disputa cultural con los grupos que apoyan al futuro gobierno, los que cuentan con el control inmensamente mayoritario de los medios de comunicación haciéndoseles irresistible, vía el efecto imitación "trumpista", el querer implementar un proceso de socialización conservador y restaurador masivo, no solo en valores tales como el divorcio, la educación sexual en los colegios, derechos de las mujeres, la acogida a las minorías sexuales y el respeto a las identidades indígenas (instalando un racismo estructural), sino que, además, a través de la estigmatización de los ecosistemas científicos, artísticos, investigativos y de humanidades. Se trata de una defensa y disputa ético-técnica en medio de un mundo que corre el riesgo de olvidar al ser humano reduciendo las personas a su rendimiento, permitiendo que la inteligencia artificial, vía poder e intereses económicos, las reduzca a un dato y usando las tecnologías para erosionar la verdad y expandir la desinformación, con sus adláteres de la manipulación emocional y una cultura de la mentira.
En una palabra, es salir al paso a lo que demuestra la evidencia histórica de los gobiernos ideológicamente afines a quienes asumirán el poder político de nuestro país, esto es, instalar sus creencias, valores y normas de manera de ejercer una hegemonía discursiva tal que, al igual como ha ocurrido con la ideología neoliberal, sus ideas parezcan naturales, de "sentido común" o "inevitables".
Estamos ante la hermosa tarea de consolidar un discurso ciudadano portador de futuro en el que resurjan gérmenes de esperanza y el restablecimiento de un estado del espíritu y de sueños comunitarios, los que será menester difundir y plasmar en una suerte de sinfonía coral de millones de voces que converjan en la conciencia colectiva y en la construcción de un nosotros. Para ello, es imprescindible la revitalización cívica que supere la apatía y el repliegue de la ciudadanía, construyendo un proyecto histórico para Chile, al final del cual se encuentre el bienestar y la justicia social.
Aspiramos a que estos considerando y propósitos recientemente sintetizados, constituyan uno de los componentes esenciales del sentido de nuestra vida futura y en el que todas las generaciones, sin excepción, se sientan llamadas a jugar un rol crucial, con el único requisito de compartir las ideas y el espíritu que subyace a estos desafíos y, por sobre todo, tener el coraje de querer "poner la mano en la rueda de la historia" (Weber).
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