Reforma tributaria en Chile ¿y el mundo?

Agustín Romero
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La Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados ha decidido votar a favor la idea de legislar una reforma tributaria. Además de aumentar la incertidumbre respecto de las condiciones para la inversión, ya de sobra estresadas por la insistencia gubernamental en seguir desafiando las bases de la institucionalidad por medio de su derrotado cambio constitucional, la ley planteada por el Gobierno no hace sino que agravar la difícil situación por la que está atravesando la ciudadanía tras la resaca de la fiesta de liquidez que significó la irresponsable inyección dineraria de los retiros de las AFPs.

Así, el simplemente aumentar la tasa impositiva no es más que la vieja y desgastada receta de la izquierda chilena: más impuestos para expoliar a las personas y las empresas. Precisamente lo contrario que requiere el evitar una recesión que se vislumbra inminente.

Con una inflación de 14 por ciento anual, la tercera más alta del subcontinente, sólo siendo superado por dos Estados fallidos en lo económico; una tasa de interés de 10,75%, marcando el precio del dinero más caro que recuerde nuestra generación; un déficit de cuenta corriente de 8,75 %, sólo visto en tiempos de crisis, la misma que se niegan a llamar por su nombre.

¿Y a esto le hemos de sumar una reforma fiscal que aumenta la carga sobre los contribuyentes? Ante escenarios económicos desfavorables, el resto del mundo aplica recetas sobradamente probadas para el estímulo al riesgo y la actividad económica. Así lo hizo Alemania en agosto, anunciando un plan de rebaja de impuestos; la junta de Andalucía aprobó la reforma fiscal que elimina el impuesto al patrimonio, tributo que va de retirada en la Unión Europea; Inglaterra reducirá impuestos ¿Y qué hace Chile? Actúa como si no nos afectaran los mismos factores no asimilando el riesgo país en el que nos encontramos.

El gobierno debe observar qué está haciendo el resto del mundo con las reformas fiscales para salir de la crisis, emular a Europa en la instauración de reformas destinadas a fomentar el crecimiento y la inversión a través de bajas tasas acompañadas de eficiencia en el gasto, y no proseguir en la senda errada de política fiscal sólo recaudatoria. Cuando hacienda cambie el paradigma y comprenda de una vez que los países "no son más ricos porque recaudan y gastan más, sino que recaudan más porque son más ricos", estaremos en condiciones de apoyar sus iniciativas tributarias.

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