La solidaridad es el gran punto de discordia que ha tenido el debate de la reforma previsional, donde el Gobierno propone un aporte tripartito, por parte del empleador y de los tramos salariales altos, esto con el objetivo de aumentar las pensiones actuales y futuras, y eliminar brechas de género en materia previsional.
Pero, ¿solidaridad para quién? A la inmensa mayoría de personas la reforma no le pide ser solidaria; al revés, hará que reciban solidaridad de una minoría que concentra ingresos mucho más altos. La reforma de pensiones construye jubilaciones dignas, tanto así que ocho de cada 10 personas que lean esta columna -muy probablemente usted- se beneficiarán de esa solidaridad, y no al revés. En otras palabras es una reforma financiada por los ricos, para la inmensa mayoría que paga los costos de un mercado laboral desigual. Lo demás es un mito poco honesto que defiende otros intereses sin decirlo. Veamos por qué.
Por un lado hay quienes pensamos que las pensiones deben mejorar, que el sistema AFP fracasó y que un sistema de seguridad social es un mínimo en cualquier país que quiera llamarse democrático, porque se trata de nuestra capacidad de construir herramientas colectivas para enfrentar las necesidades socialmente reconocidas, en aquellos momentos en que no podemos valernos por nosotros o nosotras mismas ni de nuestro trabajo, por problemas de salud, maternidad/paternidad, invalidez, cesantía o vejez. Nada de eso se puede pensar sólo desde la individualidad.
Mientras, Chile Vamos y Republicanos defienden a las AFP e instalan el mito de que le van a quitar los ahorros a los trabajadores y que "con mi plata no". Pero se quedan en eso, porque hasta el día de hoy se han restado de las instancias de diálogo y no han presentado ninguna propuesta que apunte a mejorar las pensiones de las personas. Leyó bien, ninguna. Entonces, cuando hablan de propiedad y libertad no es un tema de principios, es una defensa de sus intereses económicos, porque ven afectado un negocio que financia sus campañas políticas, específicamente a las del Partido Republicano, UDI, RN y Evópoli, que han recibido millonarios aportes de personajes ligados a AFP Provida, Capital, Modelo, Cuprum y PlanVital.
Ahora, vamos a la historia: el actual sistema -instaurado en dictadura- se hizo bajo el criterio de permitir al sector empresarial desprenderse completamente de la previsión de los trabajadores, lo que llevó a que hoy seamos el único país de la OCDE donde los empleadores no aportan un solo peso a la previsión; también el único en el mundo donde la capitalización individual es el único pilar contributivo, y donde no existe solidaridad como un principio principal.
El 95% de los países tiene sistemas que contemplan la solidaridad colectiva porque es la única vía de generar mecanismos sustentables y suficientes, algo que Chile no conoce hace más de 40 años. En esos países nadie habla de la propiedad individual de los fondos ni cree que un sistema solidario que garantice pensiones dignas a la gente podría ser un robo en términos individuales, se habla de las pensiones. Además, nos guste o no, esa propiedad nominal que tanto defiende la derecha se mantiene; la propuesta del Gobierno reconoce el aporte y los años cotizados por el trabajador y trabajadora, la libertad de elegir y hasta la heredabilidad. Todo ello parte de la voluntad de diálogo del Ejecutivo en un escenario parlamentario adverso.
¿Entonces por qué la solidaridad? Ésta opera como un redistribuidor de la riqueza, para que el sistema no reproduzca las desigualdades del mercado laboral. Hoy, el primer factor que determina el monto de la pensión en Chile es el monto que se logra acumular en la cuenta individual al final de la vida laboral. Este monto dependerá del sueldo por el cual se cotice, los años de cotización y la rentabilidad de los fondos de pensiones, principalmente. Es importante considerar que, al depender de trayectorias laborales individuales, el actual sistema de pensiones reproduce y profundiza desigualdades, especialmente de género, al no reconocer las labores de cuidado.
La mitad de las personas que se pensionaron en febrero de 2023, que cotizaron entre 35 y 40 años, autofinanciaron una pensión por menos de $312.841, lo que equivale a 76,3% del salario mínimo actual. Mientras, a diciembre de 2022, el sistema de AFP acumuló $464.050 millones en utilidades, es decir más de $1.271 millones diarios; y el 0,01% más rico del país, unas 1.800 personas, tienen ingresos mensuales por más de $540 millones.
Entonces, ¿por qué las AFP influyen tanto en el debate como para que toda la oposición las defienda? Pues porque invierten miles de millones de dólares en el 1% más rico del país: sólo 20 empresas y bancos del país se llevan el equivalente al total de los tres retiros, 50.000 millones, entre ellos los sospechosos de siempre: Cencosud, Falabella, LAN, Colbún, Soquimich, Banco de Chile, Banco Santander, BCI y Banco Bice, entre otros.
Es increíble, pero nuestros ahorros pueden terminar siendo los créditos que nos ahogan; la banca nos presta lo que hemos ahorrado, con altos intereses para un crédito de consumo o hipotecario, entre otros. Negocio redondo que también puede y financia campañas. Legal dirán algunos, pero quizás todo parlamentario y parlamentaria que recibió aportes de personajes ligados a las AFP o empresas que invierten con las AFP, debieran inhabilitarse en este debate.
Recordemos que para la anterior crisis económica mundial, el año 2008, los y las trabajadoras chilenas terminaron perdiendo en su conjunto una suma de 45.120 millones de dólares (40% de pérdida del ahorro acumulado), sin que las AFP experimentaran crisis alguna. Lo mismo ocurrió en pandemia, donde los fondos más conservadores llegaron a perder 20% tras los retiros. Esto se produce pues lo que hace el sistema privado de pensiones es invertir los dineros en mercados altamente volátiles, y que pueden experimentar crisis como la actual. Es un fondo de inversión, no un fondo de pensión. Y mientras tanto, todas y todos pagamos cotizaciones permanentes. Dato para la causa, las cuentas nocionales están blindadas para no sufrir dichas pérdidas.
Y viendo que la única solidaridad que quiere la derecha es con la industria de las AFP, no cabe preguntarse, ¿de quién son nuestros ahorros previsionales si sólo han servido para financiar a las grandes empresas, pero no para pagar pensiones, que es lo más importante en cualquier modelo de pensiones? Y las cifras lo corroboran. En Chile hay pocos propietarios y muchos deudores; la solidaridad viene a reparar, en parte, esa desigualdad y la deslegitimidad del modelo.
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