Un cambio en la estrategia de crecimiento

Nuestro país enfrenta un estancamiento económico estructural que data de hace más de una década y, por fin, el tema del crecimiento se encuentra en el centro de la agenda y discusión pública del país. Por lo mismo, es muy útil entender las fuentes del crecimiento económico. En este sentido, en el corto plazo, el crecimiento puede ser afectado por la inversión y los cambios en la fuerza laboral. Sin embargo, en el largo plazo el principal motor del crecimiento económico es el progreso tecnológico y la innovación. Por tanto, es necesario generar las condiciones para que dicha innovación ocurra.

Es evidente que la estrategia de crecimiento depende también de la etapa de desarrollo de los países. Por ejemplo, en los países de bajos ingresos, la inversión en infraestructura y maquinaria es una estrategia efectiva para crecer, debido a los altos retornos marginales y ganancias en productividad que trae cada peso invertido en capital. Sin embargo, una vez alcanzado un cierto nivel, esta política deja de tener el mismo impacto sobre el crecimiento, por lo que, en los países de ingresos medios, importar tecnología desde el resto del mundo pasa a ser una estrategia más efectiva para crecer, porque permite volver más eficiente la infraestructura y la maquinaria existente.

En cambio, en los países de ingresos altos el crecimiento suele venir de la mano de avances en investigación y desarrollo (I+D) para fomentar la innovación en productos y procesos y mover la frontera tecnológica, abriendo la posibilidad de obtener ganancias de productividad y continuar creciendo.

Chile, como un país de ingresos medio-alto, debe comenzar a poner el foco en crear las condiciones para generar un entorno de innovación que fomente y adapte el progreso tecnológico a la realidad local, y para ello es necesario aumentar la inversión pública y privada en I+D, así como revisar la institucionalidad que enmarca el emprendimiento.

El gasto actual en I+D asciende a 0,3% del PIB. Los países desarrollados con un modelo de desarrollo basado en la exportación de recursos naturales, como Australia, Canadá y Nueva Zelanda, gastan el 1,8, 1,6, y 1,5% del PIB en I+D, respectivamente. De igual manera, estos países cuentan con entre 4.500-5.000 personas que realizan alguna forma de investigación y desarrollo por cada millón de habitante, mientras que en Chile son solo cerca de 500 personas por cada millón de habitante.

Existe, entonces, una brecha importante tanto en inversión como en capital humano dedicados a I+D respecto a los países desarrollados. Dado que existe inercia en el gasto y número de investigadores, dar el salto requiere que cambien los incentivos para dedicar más esfuerzos a I+D. Asimismo, es relevante el rol de la competencia, tal que empuje a las empresas -sobre todo las empresas líderes- a tener que innovar para mantenerse en el mercado.

En cuanto a los inversionistas para este tipo de empresas innovadoras, si bien se ha ido construyendo de a poco un ecosistema para el financiamiento del capital de riesgo, aún es necesario adaptar la institucionalidad pública chilena que fomenta el desarrollo e incluso provee financiamiento. La Corporación de Fomento de la Producción (Corfo) debe volverse un organismo técnico y autónomo, tal como sucede alrededor del mundo. De esta forma, Chile podrá profundizar el mercado de capital de riesgo, con una mirada estratégica de largo plazo.

Chile requiere fomentar un entorno de mayor competencia e innovación, para que aquello sea el motor de un crecimiento económico sostenido, sin descuidar los cambios requeridos para atraer nuevas inversiones y generar nuevos puestos de trabajo.

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