A pocos meses de concluir este periodo de gobierno, es importante reflexionar sobre los principales desafíos que enfrenta la agricultura chilena, no solo en el presente, sino también pensando en los próximos años y décadas. Desde mi punto de vista, estos desafíos se concentran en tres ámbitos: Adaptarnos al cambio climático, avanzar hacia una producción sustentable y aumentar la eficiencia en el uso de los recursos.
Chile necesita producir más alimentos y bienes exportables, pero hacerlo con menos agua, menos suelo y menos insumos en general. La única forma de responder a esta exigencia es a través de la innovación tecnológica: Necesitamos una agricultura que sea, al mismo tiempo, productiva, sustentable y resiliente.
En este escenario, el rol del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) es más relevante que nunca. Durante 60 años, INIA ha trabajado en investigación, desarrollo tecnológico y mejoramiento genético, y hoy debemos reforzar ese trabajo, haciéndolo más ágil y más conectado con las necesidades de los productores. Las respuestas que exige el cambio climático y los mercados no pueden esperar: requieren soluciones rápidas y eficaces.
Un segundo gran desafío es la conservación del patrimonio genético y la biodiversidad agrícola del país. Esta es una tarea que, en la práctica, solo puede desarrollar INIA. Actualmente contamos con un banco nacional de semillas en Vicuña y cinco bancos regionales, y este año esperamos sumar dos más: Uno dedicado a la genética de la papa y otro a la zoogenética, ubicados en las regiones de Los Lagos y Aysén, respectivamente. Esta labor es estratégica, porque asegura la base de nuestra producción agrícola, no solo para hoy, sino también para las futuras generaciones.
El tercer desafío es la transferencia de conocimientos. INIA no solo genera conocimiento científico, sino que también debe asegurarse de que ese conocimiento llegue efectivamente a los productores y productoras del país. Solo cuando una tecnología se incorpora en los procesos productivos se completa su ciclo y se transforma en una verdadera herramienta de desarrollo.
En lo que queda de esta administración, nuestro compromiso es consolidar estas tres líneas de acción: Fortalecer la investigación, proteger nuestros recursos genéticos y mejorar la transferencia tecnológica. También queremos avanzar en brechas pendientes, como la creación de un banco de recursos genéticos en la Patagonia, y, sobre todo, reforzar en quienes trabajan en INIA la certeza de que su labor es fundamental para el desarrollo de la agricultura chilena, y por tanto, para el bienestar y la sustentabilidad de millones de personas a lo largo del país.
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