¿Y las Pymes cuando?

Hace ya cuatro años, en el frontis de las oficinas de Conupia que da a la Plaza de Armas, se desplegó un lienzo de 50 metros con la simple frase ¿Y las Pymes cuando? En realidad esta es una pregunta que vienen haciéndose los gestores de micro y pequeñas empresas hace ya mucho tiempo.

En tiempos de la dictadura de Pinochet los conceptos empresa, empresario, emprendedor empezaron a tener importante presencia mediática, el estado vendía a vil precio a los grupos económicos existentes y a los emergentes (recordar grupo pirañas por ejemplo), las empresas de todos los chilenos, daba facilidades y franquicias excepcionales a los grandes capitales extranjeros para invertir en Chile en proyectos mineros (inicio de la desnacionalización del cobre), de generación y distribución de energía, agua potable y alcantarillado, telecomunicaciones, pesca, y en fin cualquier sector que les permitiera importantes tasas de rentabilidad a esos “generosos” inversionistas extranjeros que venían a “ayudarnos”.

En ese contexto, renunciaba a su rol de productor de bienes y servicios de carácter estratégico y necesitaba entonces que las empresas privadas que lo asumieran estuvieran legitimadas ante la sociedad y lo hicieran bien.

El libro El milagro económico del entonces editor de Economía y Negocios del El Mercurio, Joaquín Lavín ( distribuido gratuitamente en varios servicios públicos) refleja con nitidez esa mirada del país, emprender, crecer, acumular, ganar, ganar, ganar idealmente chorreando algo para los más pobres.

Sin embargo, como las autoridades económicas de esa época no eran ciegas, luego constataron lo que muchos economistas habíamos anunciado, se empezaba a acelerar y acrecentar la concentración económica existente, el chorreo no existía y se empezaba a generar un proceso de exclusión de las grandes mayorías.

En ese proceso sistemático de exclusión empiezan a aumentar los problemas de las Pymes, pues se empiezan a generar expectativas respecto a que la mejor forma de “surgir” en la vida es ser emprendedor.

No se dice nada sobre las necesarias regulaciones de los mercados para que las Pymes pudieran competir en condiciones de igualdad frente a las grandes empresas, nada sobre el papel del estado para evitar el abuso de posiciones monopólicas de los grandes empresarios, nada sobre planificación de la economía para establecer sectores en que solo pueden actuar las Pymes, nada sobre regulación del mercado financiero para que los emprendedores pudieran acceder y a costo competitivo al financiamiento necesario, y absolutamente nada de las competencias que deben tener los nuevos emprendedores.

Empieza así, un proceso de crecimiento de la masa de trabajadores por cuenta propia y de micro y pequeños empresarios que no se ha detenido hasta ahora.

Simultáneamente con lo anterior, el creciente desempleo generado por la desindustrialización del país al reducir drástica e incondicionalmente los aranceles de importación, genera altas tasas de cesantía que durarán décadas.

La incapacidad de las grandes empresas de generar nuevos puestos de trabajo, y el estruendoso fracaso de los planes PEM (Programa de empleo mínimo) y POJH (Programa de Empleo para Jefes de Hogar), indican a la dictadura que la única manera de atenuar las alarmantes tasas de cesantía, son las micro y pequeñas empresa y los trabajadores por cuenta propia. Desde ese momento las Pymes entran al vocabulario oficial de las autoridades de gobierno.

Sin embargo, después de casi 40 años de gobiernos neoliberales, las Pymes cada día somos más precarias, más y más pymes, más y más “empleos”, y cada día participamos en una porción menor del producto.

Evidentemente las medidas, porque son sólo eso, medidas,  no son suficientes; mejorales y aspirinas, nunca antibióticos.

Los diferentes gobiernos, incluida la dictadura, los 4 gobiernos de la concertación y el de la alianza, han proclamado a los cuatro vientos su preocupación por las Pymes, sin embargo ninguno de ellos ha sido capaz de sentar una línea base midiendo la participación de las mi- pymes en el PIB poniéndose metas de crecimiento de dicha participación. Esto indica claramente la falta de voluntad política de hacerlo y el inmenso poder que siguen teniendo los grandes grupos económicos que, en definitiva determinan lo que se hace y no se hace en el país.

Esta situación no debe seguir manteniéndose, los trabajadores por cuenta propia, los micro y pequeños empresarios y nuestros trabajadores tenemos derechos a tener una mejor calidad de vida, no se nos puede seguir tratando como se nos ha tratado, el país debe asumir esta responsabilidad.

Si no se hace, seguiremos esperando, hasta que la paciencia se agote, y al igual que en Punta Arena, en Aysén, en Pelequén, en Freirina y muchos otros lugares, empecemos a salir a las calles a exigir nuestros derechos.

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