Cuando un gobierno no logra resolver muchas de las tareas que se ha propuesto, es fácil pegarle mazazos en el piso. Lo complicado es elaborar un cuadro certero del porqué se está errando, en donde está específicamente y como lo enmendamos.
Leía la columna de un connotado economista nacional, que afirmaba que la manera de volver al crecimiento económico sería a través de “la expresión de la voluntad de los ciudadanos en las urnas lo único que a estas alturas pareciera ser capaz de permitir un cambio de rumbo, que nos permita nuevamente jugar en la primera división de la liga de los países latinoamericanos que compiten por alcanzar un sitial entre las naciones del mundo desarrollado” O sea, volvería a incentivar la inversión, el empleo y el desarrollo que se ha perdido.
La reflexión de fondo que hoy existe en nuestra sociedad y que produce la mirada negativa de la clase media, aquellos a los que los subsidios no llegan en la cuantía necesaria, es si el crecimiento económico que hemos tenido desde las reformas de los “chicos de Chicago” no han sido a base del consumo de las personas, del endeudamiento, de la inversión en el consumo rápido y no en capital humano, en la reindustrialización del país y en el mayor fomento a la ciencia e innovación.
Claro, decir que el país debe crecer a tasas del 4.5% anuales y que nos llevará a ser un “país desarrollado” por los niveles de ingreso per cápita de la OCDE –US$ 23.000 anuales - suena muy rimbombante, pero la realidad es que el sueldo paupérrimo de US$ 362 mensuales “mínimos” ($250.000) o US$4.344 anuales –que en realidad se aplica como máximo para cerca del 40% de la población, algo que los empresarios parece que no ven- hace que estemos a siglos de ser un país desarrollado.
Las tasas de endeudamiento en el país dicen que una persona debe al sistema financiero su equivalente en casi 2,5 salarios, lo que origina la llamada “bicicleta”; debemos elegir qué cuentas pagar, qué alimentos no comprar y qué ocio dejaremos de lado.
Entonces, ¿quiénes crecen? ¿Yo, tú, él, nosotros, ellos? La economía y su teoría es muy linda en el papel y todos sabemos que el papel aguanta mucho, la dificultad es explicar a la famosa señora Juanita, que debe comprar sus medicamentos en la farmacia porque en el consultorio no se los pueden dar todos, que un país que crece al 1.7% o al 4.5% será más próspero, más equitativo, igualitario y justo.
Y la verdad, es que el crecimiento económico desde el gobierno de Büchi al de Valdés sólo han demostrado ser injusto, explotador, endeudador y que ante una crisis internacional nos deja desnudos, porque dependemos del mundo; no producimos nada de tecnología, nos conformamos con el “valor agregado de productos novedosos” y la explotación de materias primas.
Y cuando estas se acaben, ¿qué haremos? ¿El trabajador tiene mayores niveles de producción con 45 horas laborales en vez de 40? Los países desarrollados, con los que nos gusta compararnos han hecho esos “experimentos” y les ha ido bien.
Entonces, ¿porqué no seguimos esas recetas y dejamos de creer que emitiendo más tarjetas de crédito, vendiendo más autos, construyendo más centros comerciales y explotando de sobre manera nuestros recursos naturales seremos algún día de la primera liga?
Si estamos en la “tercera división” como afirmaba el economista, es porque el centro del crecimiento no estuvo jamás en todos los chilenos, sino sólo en el de algunos “nosotros” a expensas de todos “ellos”. Y eso es lo que tiene fastidiada a la población.
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