Con la llegada de septiembre comienzan a desarrollarse múltiples instancias de conmemoración por los 50 años del golpe de Estado perpetrado en 1973 por civiles y militares. Este hito conlleva preocupaciones y tensiones de carácter ideológico, pero también pedagógicas, impactando a su vez en los distintos espacios educativos, por lo tanto caben algunas preguntas: ¿Cómo las instituciones escolares y educativas visibilizan esta temática? ¿Cómo se muestran las distintas fuentes de conflicto a las nuevas generaciones? ¿Cómo se incentiva la construcción de la democracia desde los espacios educativos?
En Chile, prácticamente la totalidad de las reformas curriculares que se han desplegado durante las últimas décadas proponen ajustes que van en la línea de contenidos referidos a los que se ha denominado Educación Ciudadana, destacando como principios orientadores la promoción y compromiso por la democracia y los derechos humanos. A su vez, la enseñanza de la historia y las ciencias sociales hace un buen tiempo que vienen recomendando la consideración del tratamiento de temas controversiales y contingentes, y que además tengan relevancia para el pasado, el presente y el futuro.
En este punto no hay consensos, porque existen puntos de vista divergentes, pero estos -lejos de ser un problema- debiesen ser considerados como una oportunidad de acercamiento, de diálogo y de discusión crítica en el aula con niños, niña y joven. Sin el espacio para el verdadero disenso será difícil continuar en el camino de construir escuelas, liceos y universidades democráticas, pluralistas y con preocupación genuina por el futuro.
Nuevamente, los y las profesoras estamos llamados a impulsar una educación ciudadana que retoma tensiones y disputas históricas y las ponga al servicio de una discusión actual y democrática, donde se puedan despejar dudas sobre antecedentes, desarrollo y consecuencias, por ejemplo, de lo que fue el proceso de dictadura cívico-militar en Chile. Esto no resulta una tarea fácil, dado que la propia investigación educativa ha detectado que la educación ciudadana sigue siendo un área débil o derechamente poco considerada en los planes de estudio de las carreras de pedagogía.
Sin embargo, la propia historia reciente nos devela la importancia de reflexionar sobre conceptos como el negacionismo, la violencia de Estado, la memoria o el respeto a la diversidad de pensamiento político. Esto últimos elementos aún están pendientes, y urge un acuerdo colectivo entre aquello que es viable discutir en una democracia sana y aquello que corresponde a formas de violencia o discriminación arbitraria.
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