Asistentes de la educación: protagonistas del aprendizaje

En cada escuela y liceo de Chile, la educación pública se construye día a día gracias al trabajo comprometido de miles de personas. No son solo las y los docentes, las familias o los equipos directivos quienes la hacen posible. También existe una comunidad diversa y muchas veces invisible, pero fundamental, que sostiene el sistema desde múltiples frentes: las y los asistentes de la educación.

Este 1 de octubre, en su día, queremos detenernos a reconocer y visibilizar su importancia. Hoy, en los 26 Servicios Locales de Educación Pública en funcionamiento, trabajan 33.531 asistentes, una cifra que revela una realidad elocuente: hay casi tantos asistentes como docentes en nuestras aulas. Se trata de una presencia masiva y decisiva para el funcionamiento de la educación pública. Y al proyectar el horizonte de 2026, la Nueva Educación Pública administrará la labor de cerca de 47 mil asistentes, lo que demuestra que no solo han sido parte de la historia reciente del sistema, sino que seguirán siendo protagonistas de su futuro.

Lejos de constituir un grupo homogéneo, los asistentes conforman un mosaico diverso y complementario. Están los profesionales -psicólogos, trabajadores sociales, fonoaudiólogos, psicopedagogos- que aportan inclusión y acompañamiento socioemocional, respondiendo a necesidades cada vez más presentes en nuestras comunidades escolares. Están los técnicos en párvulos, en enfermería o en bibliotecas, que apoyan directamente los aprendizajes en el aula, en los patios y en los espacios pedagógicos. Están los administrativos, quienes con su labor rigurosa sostienen la gestión cotidiana que permite que cada escuela funcione de manera ordenada y eficiente. Y están los auxiliares, que con esfuerzo incansable garantizan higiene, seguridad y convivencia, condiciones básicas para que cualquier proceso educativo sea posible. Cada función es distinta, pero todas son indispensables.

Reconocer su aporte implica también hacerse cargo de sus demandas. Sabemos de la necesidad de mejores condiciones laborales, del cumplimiento íntegro de los beneficios que establece la ley, de la urgencia de contar con mayor seguridad en los establecimientos y del justo reconocimiento de las responsabilidades adicionales que muchos de ellos asumen sin el debido respaldo. Hemos debido enfrentar situaciones complejas, como deudas heredadas, sobredotaciones o retrasos en remuneraciones. No obstante, hoy podemos afirmar que avanzamos en la dirección correcta: el sistema paga de manera oportuna y sin deudas previsionales, se han creado subdepartamentos especializados en la Dirección de Educación Pública para acompañar su labor y se ha puesto en marcha un nuevo sistema nacional de gestión y pago de personas que beneficiará directamente a más de 200 mil funcionarios, incluidos los asistentes.

El desafío hacia adelante es claro: consolidar la dignidad y el reconocimiento de los asistentes como parte esencial del sistema educativo. No se trata de un gesto simbólico, sino de una convicción práctica: no habrá educación pública de calidad sin su aporte cotidiano, ni aprendizajes sólidos sin la presencia activa de quienes cuidan, acompañan, gestionan y sostienen el día a día de nuestras comunidades escolares.

Por eso, en su aniversario, más que celebrar, queremos agradecer. Y al agradecer, reafirmamos nuestro compromiso con ellos y con la educación pública. Porque el futuro que proyectamos -un sistema inclusivo, justo, moderno y de calidad- solo será posible si familias, docentes y asistentes caminan juntos, con igualdad de dignidad y reconocimiento. La educación pública no se escribe únicamente con pizarras y cuadernos; también con la mano que cuida, con la gestión que ordena, con la palabra que orienta y con el trabajo silencioso que alimenta la esperanza en cada escuela de Chile.

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