El pasado viernes 13 de diciembre a las 20:38:18 ocurrió lo que en Chile llamamos un sismo o temblor (en cualquier otro lugar del mundo le dicen terremoto o earthquake), con epicentro 52 km al SE de Curicó y con magnitud de 6.3 según el Centro Sismológico Nacional (U. de Chile) y 6.4 según el USGS (United States Geological Survey). Días después, entre las costas orientales de Australia y Nueva Zelanda, en la isla de Vanuatu, ocurrió otro terremoto de magnitud 7.3, para el cual se evaluó una posibilidad de tsunami en las costas de Chile.
A la luz de estos eventos, y tomando en cuenta nuestra historia reciente y pretérita en cuanto a enfrentar fenómenos naturales relacionados con la dinámica de la tierra (erupciones volcánicas, terremotos, tsunamis, entre otros), parece lógico que la nueva actualización curricular del Ministerio de Educación (2024) proponga crear un nuevo eje disciplinar en el sector de ciencias naturales, llamado Ciencias de la Tierra.
Pero, ¿qué queremos lograr con la inclusión explícita de este eje en la educación de nuestros estudiantes? ¿Alinearnos mejor con los contenidos incluidos en pruebas estandarizadas nacionales y extranjeras? ¿Tener más geólogos y científicos que estudien las ciencias de la tierra en el futuro? ¿Desafiar algunas de las creencias que tienen nuestros estudiantes como que los terremotos ocurren por el calentamiento global? ¿O quizá queremos generar ciudadanos que sean capaces de tomar decisiones informadas para el autocuidado frente a estos fenómenos? Puede que la respuesta sea un poco de todas las anteriores. Sin embargo, la más importante -y quizá también la más compleja de lograr- es poder generar una alfabetización científica crítica en nuestros estudiantes sobre el tema de los fenómenos asociados a la dinámica terrestre. Esto implica que nosotros, las y los profesores de ciencias debemos mostrarles las evidencias científicas que han generado nuestros propios investigadores sobre estos temas para que ellos se den cuenta cuan urgente son las medidas que se deben tomar para prevenir daños asociados a los futuros eventos geológicos a los que estaremos expuestos.
Debemos ser el puente entre el conocimiento científico y las acciones ciudadanas. Por ejemplo, debemos mostrarles que existen suficientes datos científicos de diferente naturaleza, que les permite a los científicos saber cuáles regiones de nuestro país tienen un mayor riesgo de terremotos y tsunamis en los próximos años. Datos e hipótesis científicas que muchas veces no son conocidas o son ignorados por las autoridades encargadas de la planificación territorial o la prevención del riesgo. ¿Sabían que científicos chilenos y extranjeros alertaron el año 2009 sobre la posibilidad de un terremoto de magnitud 8 a 8.5 localizado entre Concepción–Constitución? Solo habría bastado leer el resumen del estudio para, al menos, haber estado mejor preparados para lo que vivimos el año 2010. O ¿sabían que existen múltiples estudios científicos que muestran evidencias de que los megaterremotos de más de 9 grados de magnitud podrían ocurrir cada intervalo de entre 300 a 350 años?
Por lo tanto, si el último megaterremoto en las costas de la Región de Valparaíso fue en 1730, hay una alta probabilidad de que en los próximos años nos enfrentemos a un fenómeno de magnitud similar a lo que ocurrió el 2010, pero con un tsunami afectando las costas de algunas de las ciudades, puertos y balnearios más poblados de Chile.
Algunos de estos y otros temas hemos trabajado en nuestros proyectos de investigación junto a profesores y estudiantes de la zona central de Chile. Junto a ellos hemos reflexionado, ¿por qué no hay desarrollo de estructuras que permitan la evacuación vertical en algunos lugares como Viña del Mar o Valparaíso en que la ciencia ha demostrado que si ocurre un tsunami como el de 1730 las personas que viven ahí no alcanzarán a llegar a una zona segura? ¿Por qué existen colegios o clínicas en zonas que ya fueron inundadas por eventos del pasado? ¿Quién es responsable de que se siga construyendo en el borde costero sin tomar en cuenta a la ciencia?
El nuevo eje de Ciencias de la Tierra nos debería dar la oportunidad no solo de comprender mejor nuestro entorno natural y de recordar nuestra historia, sino también de tener una visión más crítica de lo que hemos hecho como sociedad en cuanto a la planificación de los territorios donde habitamos.
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