La reciente publicación de los resultados del Simce 2023 nos ha dado buenas noticias, al anunciar un sistema educativo que muestra sus primeros signos de recuperación. Pero, al mismo tiempo, se ha evidenciado que aún tenemos importantes desafíos respecto de las brechas de género, especialmente en los desempeños en matemáticas.
Este análisis a los datos debe hacerse desde una perspectiva de proceso y, especialmente, de trayectorias educativas. Una visión sistémica e integral de estos resultados, debe situarnos en la reflexión acerca de la relevancia que tiene fomentar, desde los primeros años de vida, las potencialidades e intereses de niñas y niños en condiciones de equidad.
Como señala Unesco, la educación transforma vidas, por lo que somos conscientes que, desde los primeros niveles educativos, se debe ofrecer oportunidades únicas para el desarrollo integral, la inclusión, la participación y el ejercicio de la ciudadanía. Hoy más que nunca, debemos potenciar el aprendizaje y el bienestar integral de niños y niñas, abordando dos importantes desafíos: fortalecer la valoración de la asistencia a los establecimientos educativos; y promover una cultura de altas expectativas con perspectiva de género, con el fin de disminuir las brechas de aprendizaje.
Se debe avanzar en ambas líneas, por una parte, seguir fortaleciendo la asistencia de niños y niñas en el nivel parvulario, considerando que los fenómenos estacionales, como la llegada del invierno y el aumento de las enfermedades respiratorias los afectan más que a la población escolar. Debemos continuar los esfuerzos por transmitir la importancia de la asistencia regular a las salas cuna, jardines infantiles y escuelas, lo que permite que niños y niñas participen de forma consistente en experiencias pedagógicas, afianzando aprendizajes que serán claves para la continuidad de sus trayectorias educativas.
Y, en paralelo, debemos ocuparnos de brindar oportunidades de aprendizaje equitativas a niños y niñas, eliminando los sesgos y las desigualdades de género. Estudios indican que las prácticas pedagógicas y las interacciones potenciadoras con adultos significativos, a temprana edad, marcan diferencias importantes en la autopercepción de capacidades y habilidades. Así, las expectativas según género, que tiene la adultez sobre las niñas y niños, pueden determinar la cantidad de atención, el tipo de actividades, la selección de materiales, etc.; existe evidencia de que a temprana edad las niñas se sienten menos inteligentes y capaces que los niños.
En este contexto, la Educación Parvularia desempeña un rol clave en superar las desigualdades de género, promoviendo el desarrollo de las potencialidades de niños y niñas desde sus motivaciones e intereses. Para ello es fundamental mirar nuestra práctica pedagógica, reflexionar cotidianamente sobre lo que hacemos y decimos, con el fin de eliminar sesgos y desigualdades que puedan arrastrarse a lo largo de la trayectoria educativa.
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