Con el inicio del año escolar en los próximos días, Chile enfrenta un desafío relevante: Los últimos años hemos exhibido la más alta tasa de abandono escolar y el riesgo de ausentismo crónico. Estos problemas no solo afectan el rendimiento escolar de los estudiantes, sino que conllevan graves consecuencias sociales, como el aumento del involucramiento en delitos y el consumo de alcohol y otras drogas.
Muchos de los hoy adultos recordamos la vuelta a clases como el momento más significativo de cada año siendo niños. El reencuentro con los amigos y conocer a los nuevos profesores, eran experiencias que marcaban el inicio de un nuevo ciclo. Sin embargo, para muchos niños en Chile, este regreso no es tan simple. Las autoridades han informado que el año escolar comenzará el 5 de marzo, pero volver a clases no es solo una cuestión de fechas, sino de garantizar que todos los estudiantes regresen y permanezcan en el sistema educativo.
En 2023, la tasa de desvinculación escolar fue del 1,66%, lo que equivale a 50.814 estudiantes. La cifra global de 2024 se mantuvo en rangos similares, consolidando una trayectoria, desde 2022, en torno a 50 mil niños que abandonan el sistema escolar cada año. Y, aunque se han hecho esfuerzos para reducir esta cifra, aún estamos lejos de los niveles prepandémicos.
El ausentismo crónico, definido como la inasistencia a clases de más del 10% del tiempo escolar, afecta a uno de cada tres estudiantes en Chile, es decir cerca de 900 mil escolares están en un nivel crítico de asistencia, lo que repercute en el aprendizaje y rendimiento académico, pero también en la posibilidad de socializar, aprender a regular las emociones y empatizar con los pares y profesores dentro de un marco normativo. La falta de asistencia regular a clases puede llevar a una desconexión con el entorno escolar, aumentando la probabilidad de involucrarse en graves vulneraciones en la niñez y desarrollar conductas problemáticas que afecten su desarrollo y su vida adulta en el largo plazo. Las causas del abandono escolar y el ausentismo crónico son diversas: desde desplazamientos habitacionales, pasando por una baja motivación, hasta falta de apoyo al interior de la familia. Además, la pandemia exacerbó estos problemas, dejando a muchos estudiantes desconectados del sistema educativo y de factores protectores, como por ejemplo la detección temprana de necesidades de atención en salud mental.
Los mecanismos implementados para el reingreso educativo han sido más bien discretos en una realidad cada vez más compleja que requiere de soportes especializados para atender los factores de riesgo que emergen con particular fuerza. Se requiere de una oferta con evidencia que fortalezca los espacios protectores en la familia, la escuela y la comunidad. Las trayectorias educativas de un niño no se desarrollan exclusivamente en el aula y, por ello, el enfoque debe ser sistémico y reconocer la realidad de exclusión social y marginación que muchos de ellos enfrentan. Pensemos, por ejemplo, en los hijos de una mujer privada de libertad que es precisamente el último y único soporte de su familia, ¿qué estamos haciendo frente a este tipo de situaciones? ¿cómo aseguramos la normal inserción de esos niños en el sistema educativo? ¿cuántos niños en el Sistema de Protección no cuentan con una matrícula? A pocos días de iniciar un nuevo año escolar éstas y otras preguntas requieren de una respuesta urgente. Ningún niño puede quedar fuera del sistema escolar, ningún niño debe ser excluido y desprotegido.
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