Cuando se habla del lucro en Educación Superior y se emiten opiniones como “lo sabíamos…difícil que cambie”, la presencia de una frustración insuperable se hace inminente. “La inversión privada colabora con el aumento de cobertura y calidad”, connota una ignorancia interesada. Pero si el Estado contribuye con ello, es un abuso a un país entero.
En el contexto de la discusión sobre la Reforma Educacional, no han faltado las Comisiones legislativas que dan cuanta del cómo se lucra, sumado a investigaciones científicas y periodísticas que evidencian quiénes lo hacen y cómo se gastan las ganancias.Y ahora último, estableciéndose pruebas irrefutables de cómo se negociarían los sueños de familias enteras en la bolsa de EE.UU. Ante eso no queda más que decir que el conocimiento nos hace responsables.
El lucro como ganancia o provecho que se saca de algo, según la RAE, es inmanente al sistema económico actual, sin embargo, cabe preguntarse ¿todo es susceptible de ser un negocio? o ¿con todo se puede lucrar?
En ese sentido, ¿la formación de seres humanos puede ser susceptible de ser fuente de ganancia? De paso, ¿las ilusiones, la responsabilidad social, también? Además ¿todas las personas pueden generar lucro,o a lo menos existen restricciones legales y/o éticas que se lo impiden?
Desde esta perspectiva no resulta extravagante la relación de procesos penales- educación superior, educación superior-capitales internacionales, profesionales jóvenes-cesantía, modelos educativos-competencias-productividad.
En este contexto, a pesar que el lucro en las universidades no está tipificado como delito en el Código Penal, parece estar escrito en la conciencia social como ilegítimo.
Ahora bien, ante la pregunta sobre las consecuencias a las que se expone un país que ha dejado de identificar a la Educación Superior con la formación de profesionales, y que por el contrario, la asocia a números, ranking, estadísticas, mercantilización y lucro, convoca a una reflexión profunda. El filósofo de la complejidad Edgar Morin, propone, para la formación de un pensamiento complejo, un principio que denomina hologramático, el cual sucintamente señala, que en la parte está inscrito el todo, como por ejemplo,en el ADN, está la información de una persona.
En este mismo sentido, si para José Martí “educar es depositar en el hombre toda la obra humana que le ha antecedido, es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente”,para una Educación Superior sustentada en el negocio-lucro el proceso educativo por mínimo que sea, está afectado por la competitividad y obtención de dividendos.
Así, los docentes exigidos a realizar publicaciones en revistas indexadas y proyectos financiables, porque ello favorece la entrada de recursos y se valoran como capital productivo; la creación de carreras y programas de pos grado se crean no para fortalecer las demandas solventes; la investigación para suministrar a una aplicación interesada y por último, el aula en actividad desprovista de estética, reflexión y pausa.
En última instancia, estamos en presencia de una nueva cultura educativa que promueve competencia, ausencia de responsabilidad social, ética utilitarista y lo que es peor aún, una alienación que separa al humano del humano y a éste de su cuerpo natural, y lo vuelve un medio de ganancia. Un ADN de una generación futura, en peligro de extinción.
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