Escribía Gabriela Mistral en 1923 que hay que “enseñar siempre, en el patio y en la calle como en la sala de clases. Enseñar con la actitud, el gesto y la palabra”. Del mismo modo, en 1918 la poetisa invocaba “haz capaz a tu escuela de todo lo grande que pasa o ha pasado por el mundo. Harás así pedagogía augusta, no gris, no pobre, no infeliz pedagogía”.
100 años después, las palabras de Gabriela siguen resonando, y lo hacen porque actualmente estamos abordando uno de los mayores desafíos para la educación pública del país de los últimos 50 años.
Aprobada por amplia mayoría en el Congreso Nacional, y promulgada a fines de 2017, la ley que crea el Sistema de Educación Pública instala, gradualmente en 8 años, 70 Servicios Locales de Educación que se harán cargo tanto de la administración como de la gestión pedagógica de los establecimientos educacionales del Estado.
De este modo, empezamos a dejar atrás la municipalización, abriendo nuevas oportunidades para los más de 1 millón 300 mil estudiantes matriculados en la educación pública (incluyendo los establecimientos municipales actuales y los ya traspasados).
Las oportunidades son de diversa índole. Primero, son de eficiencia y responsabilidad en la gestión. A la fusión de las tareas de administración y gestión pedagógica en una misma organización, ampliamente recomendada por todos los expertos, se suman: la ausencia de deudas y la imposibilidad de contraerlas; la imposibilidad de no pagar a docentes y asistentes sus salarios e imposiciones y la posibilidad efectiva de destinar los recursos y subvenciones exclusivamente para el servicio educativo y para la mejora de la calidad de los aprendizajes.
Estas oportunidades no se agotan ahí e involucran, entre otros, una mejor gestión pedagógica y psicosocial con foco en los procesos de enseñanza y aprendizaje y en los soportes que se requieren para estos, buscando asegurar trayectorias educativas de calidad para todas y todos los estudiantes.
En efecto, el mandato de calidad que el país le hace al Sistema de Educación Pública es asegurar trayectorias educativas efectivas, considerando momentos de entrada, salida, transición entre niveles, y en no pocos casos, reingreso.
A su vez, el Sistema busca que todos los estudiantes desarrollen conocimientos y habilidades que les permitan desenvolverse con éxito en el siglo XXI.
Esto incluye, ciertamente, el logro de aprendizajes en lenguaje y matemáticas, pero va mucho más allá, integrando las artes, el deporte, la robótica y programación, entre otros, con el objeto de desarrollar la creatividad y el pensamiento crítico.
Finalmente, se apuesta por el desarrollo socioemocional de los estudiantes, lo que incluye el auto conocimiento de afectos y emociones, la formación ciudadana y el ejercicio de valores democráticos.
Todos estos elementos apuntan al logro de aprendizajes desde una perspectiva de formación integral: Saber Conocer, Hacer, Ser y Convivir, como lo señaló hace ya más de 20 años el célebre Informe Delors de UNESCO, como lo recomienda hoy la OCDE y como lo están haciendo los países más avanzados en la materia.
Esta perspectiva integral asume que la calidad en educación, para ser efectiva y sostenible, debe ser mirada de forma sistémica, en donde se requiere que todos los factores confluyan en ese mismo objetivo: desarrollo profesional docente, gestión curricular, liderazgo directivo, trabajo en redes, apoyo y acompañamiento técnico pedagógico, infraestructura, por nombrar solo algunos.
En otras palabras, para lograrla, es fundamental generar las condiciones necesarias para que los procesos de enseñanza y aprendizaje puedan ocurrir exitosamente.
En esto, resulta clave apostar por el desarrollo de capacidades de las personas e instituciones que conforman el Sistema de Educación Pública: docentes, directivos, asistentes de la educación, profesionales del nivel intermedio y nacional.
A su vez, se requiere asegurar una infraestructura y equipamiento educativo de calidad en los establecimientos públicos, lo que involucra el mantenimiento, mejora, construcción y uso efectivo de variados espacios educativos (salas, salones, laboratorios, talleres, patios), cumpliendo con estándares que permitan ofrecer a los estudiantes más y mejores oportunidades de aprendizaje y desarrollo.
Para avanzar en esta tarea, la nueva educación pública ya comienza a dar sus primeros pasos. Conforme a su mandato legal, desde la Dirección de Educación Pública hemos estado organizando e impulsando la implementación de los nuevos Servicios Locales.
En ese marco, se están desarrollando diversas iniciativas orientadas a mejorar la calidad de los aprendizajes de nuestros estudiantes. Destacan entre ellos, la aplicación de los programas Suma y Sigue (premio UNESCO); la colaboración con Fundación Oportunidad (educación parvularia), y de alianzas para la puesta en marcha de innovaciones pedagógicas, tales como Iniciativa Cultura CTI junto a CONICYT-Explora y el CNID; Minecraft para Educación y robótica en alianza con Microsoft; Teatro en la Educación junto a Fundación Teatro a Mil; entre muchas otras.
También se están desarrollando iniciativas enfocadas al auto cuidado tales como la capacitación en convivencia para asistentes de la educación y educación emocional para docentes gracias al CPEIP; los programas Patio Vivo; meditación en la escuela; o el modelo finlandés KiVa® para la prevención del bullying.
En síntesis, el nuevo Sistema de Educación Pública es ya una realidad, y está dando sus primeros pasos para aportar a mejorar la calidad de nuestra educación.
Estamos convencidos que este es el camino correcto, actuar como sistema y no dejar a cada establecimiento educacional aislado y a su suerte; encarar la tarea en el aula y en todo lo que la rodea y contiene, definiendo y garantizando las condiciones mínimas para que los estudiantes construyan sus aprendizajes guiados por sus docentes y en conjunto con toda la comunidad educativa.
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