En el ámbito educativo, entre 2006 y 2022, la escolaridad ha aumentado en todos los niveles y grupos etarios, incluida la educación superior.
En Chile, la brecha de género en educación ha experimentado avances significativos en términos de acceso y participación. Según datos del Ministerio de Educación, la matrícula en los niveles primario, secundario y terciario se distribuye casi equitativamente entre hombres y mujeres, lo que refleja una brecha mínima en cobertura y acceso.
Sin embargo, las desigualdades persisten dentro de las aulas y en las condiciones que permiten ejercer equitativamente el derecho a la educación. Estas diferencias impactan el bienestar de niñas y niños y su confianza en sus propias habilidades de aprendizaje. Según los Indicadores de Desarrollo Personal y Social (AGCE, 2023), existen diferencias de género en la percepción de la capacidad de aprendizaje: en 4° básico, el 72% de los niños se siente capaz de aprender fácilmente cualquier asignatura, frente al 68% de las niñas. Esta diferencia se acentúa en II medio, donde el 69% de los hombres mantiene esa confianza, mientras que en las mujeres desciende al 59%. Estudios han evidenciado que, desde los 6 años, las niñas ya comienzan a verse influenciadas por estereotipos de género, lo que las lleva a creer que son menos capaces o talentosas que los niños de su misma edad. Esto plantea una pregunta crucial: ¿qué ocurre dentro del aula que refuerza estas percepciones?
En términos de carga de trabajo (ENNA, 2023), el 11,2% de los niños, niñas y adolescentes (366.768) realizan trabajo doméstico, de cuidados no remunerado y peligroso. Esta carga es mayor en las mujeres y en los dos primeros quintiles de ingreso, lo que puede afectar su asistencia escolar. Muchos niños y niñas reportan ausentarse o faltar a clases debido a la realización de estas tareas.
El desafío no es solo garantizar el acceso al sistema educativo, sino transformar las condiciones dentro de las aulas para que niñas y niños puedan aprender y desarrollarse sin limitaciones impuestas por estereotipos de género. Es fundamental avanzar hacia una educación equitativa, que promueva la confianza en las propias capacidades y elimine las barreras que afectan el bienestar y las oportunidades de aprendizaje. Solo así podremos construir una sociedad más justa e inclusiva, donde el derecho a la educación se ejerza plenamente y en igualdad de condiciones.
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