Con cierta frecuencia hemos escuchado frases como "tengo miedo por la prueba que debo rendir la próxima semana". Queramos o no, vivimos en una sociedad altamente dinámica que nos lleva a estar constantemente alerta ante alguna posible "amenaza" del entorno que nos rodea, casi como si un gran león se acercara hacia nuestro lugar y nos hiciera sentir ese miedo por un posible peligro en el que estemos.
Al centrar la atención en esa prueba que tenemos en unos días más, por cierto, algo que ocurrirá en el futuro, ponemos a trabajar nuestra cognición, nuestra forma de pensar. También alimentamos nuestros sistemas de creencias, recordamos la necesidad de una buena calificación o del puntaje que queremos obtener, pero sobre algo que aún no ocurre. Estoy de acuerdo con la importancia que tienen esos resultados, pero también estaremos de acuerdo en que nos hemos preparado para rendir de buena forma, abordando los contenidos, practicando, estudiando de la mejor manera que hemos podido, para que obtener lo deseado. Y es que la capacidad de pensar en lo que no está sucediendo es un logro cognitivo súper importante, pero tiene un costo emocional muy alto. Entonces, ¿por qué sentimos ese miedo? O mejor aún, ¿qué hacemos con ese miedo? Algún tiempo una profesora me enseñó la importancia del momento presente, del aquí y del ahora.
Hagamos un pequeño ejercicio. Revisemos en este instante cómo estamos, cómo nos sentimos, cómo estamos sentados leyendo estos párrafos, cómo está nuestra respiración. Cerremos los ojos unos instantes e imaginemos un pequeño recorrido por todo nuestro cuerpo. Te daré unos minutos y luego continúa con el texto... tal vez, algunas personas abandonaron el ejercicio justo en esta parte y seguramente pensaron que no tenía sentido la lectura o sintieron incomodidad al practicar el ejercicio que les propuse (y está muy bien reconocerlo, pues lo que ocurrió fue la aparición del ego). Pero, otros avanzaron y pudieron, al menos unos segundos, conectar con sus sensaciones y sus emociones, conectar con uno mismo. Pues continuemos. Esta querida profesora me enseñó, lo que aprendió a su vez de su querida maestra: la importancia de detenernos y sentir como sentimos, aunque sea en un instante, la importancia de soltar y conectar, simplemente estar y meditar.
Y es que la meditación está asociada con cambios estructurales del cerebro en regiones vinculadas a procesos cognitivos que se requieren para la atención en el momento presente. Investigaciones han reportado la importancia que posee la meditación en la regulación afectiva, principalmente por los efectos positivos que tiene en la capacidad de empatizar, así como su papel en la teoría de la mente. Además, constituye un proceso de entrenamiento de estados mentales los que, en aquellos que practican meditación, logran centrar y reorientar la atención, saliendo de aquella distracción, pudiendo dejar de sentir ese miedo, por ejemplo, por la prueba de unos días más.
Así, los beneficios de la práctica de la meditación comienzan a aparecer, se cultivan sentimientos positivos, se genera un estado emocional de amor incondicional y de compasión hacia uno y los demás. Creo muy necesario permitir el espacio para meditar. Siento que puede aportar mucho al proceso de aprendizaje de nuestros estudiantes. Pienso que cada día es más necesario sólo conectar con uno mismo, con las emociones, sentir la importancia del momento presente, del aquí y del ahora.
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