La premisa de que los datos de pruebas estandarizadas fomentan un "mercado informado" para las familias es un pilar central del paradigma tecnocrático. Según esta lógica, la calidad educativa se reduce a un conjunto de métricas que, supuestamente, permitirían a los padres elegir la mejor escuela. Sin embargo, la teoría colapsa frente a la realidad: estandarizar no es educar.
Aquí radica una contradicción profunda: mientras se insiste en estándares, puntajes y rankings, la educación se convierte en un sistema de medición de competencias. La evaluación sincrónica, que mide a los estudiantes en un momento específico, ignora la trayectoria de aprendizaje, el contexto social y las condiciones personales que han moldeado su progreso. Por ejemplo, un niño que desarrolla lentamente su vocabulario puede aparecer como "deficiente" en una prueba estandarizada, aunque a lo largo del año muestre avances significativos que las métricas no capturan.
En contraste, la evaluación diacrónica observa cómo cada estudiante evoluciona a lo largo del tiempo, mes a mes o año a año, considerando logros, dificultades y contextos particulares. Este enfoque es la base de la educación personalizada, un ideal que aún siguen anhelando las familias, y que reconoce que cada niño tiene ritmos, intereses y potencialidades únicas. Por ejemplo, un profesor puede registrar cómo un alumno desarrolla la comprensión lectora y adaptar sus estrategias pedagógicas según la motivación y el progreso, en lugar de limitarse a una calificación única que lo encasille.
Como señala Juan Casassus, Premio Nacional de Educación 2025: "Los estándares y las pruebas psicométricas dejan de lado todo aquello que es más difícil de medir: aprender a pensar, aprender a respetar, aprender a vivir con otros, aprender a hacer preguntas relevantes y resolverlas, a buscar la evidencia del conocimiento, a determinar qué es lo importante y valioso, a aprender del contexto. Es decir, todo aquello que parece estar en el corazón de una educación de calidad".
Los modelos estandarizados -de opción múltiple y tipo psicométrico- no solo son inadecuados para medir el verdadero potencial humano, sino que también funcionan como un mecanismo de control que penaliza estilos profundos y emocionales de pensamiento. Mientras se proclama la educación personalizada como objetivo, la estandarización y el uso de estadísticas despersonalizadas achatan ese propósito, transformando el aprendizaje en un proceso casi industrial, donde los niños se ajustan a métricas y no las métricas a ellos. Esto invisibiliza contextos, esfuerzos y singularidades, relegando a los sectores más vulnerables a la periferia de la política educativa.
Para los hogares de bajos ingresos, la elección escolar no es un ejercicio sofisticado basado en rankings o estadísticas. Los estudios muestran que las decisiones dependen de factores mucho más pragmáticos y limitantes:
El mito del "mercado informado" presupone una igualdad de condiciones que simplemente no existe, reforzando la desigualdad social. No sorprende, entonces, que los resultados de estas evaluaciones estandarizadas se correlacionen fuertemente con la clase social. A nivel de política pública, la estandarización obliga al sistema educativo chileno a adaptarse a pruebas internacionales, despojando a la educación de su contexto nacional y cultural y limitando la innovación pedagógica.
Educar no es estandarizar; educar es personalizar, diversificar y diferenciar. La calidad de la educación se mide en oportunidades reales de aprendizaje, en la formación integral de los estudiantes y en el acompañamiento de sus contextos. Revisar normas y reducir burocracia puede ser útil, pero si olvidamos que cada persona es un mundo único y en constante evolución, corremos el riesgo de convertir la escuela en un catálogo de estándares, donde la infancia se ajusta a métricas y no las métricas a la infancia.
La educación requiere valentía política y claridad pedagógica. Solo al priorizar el desarrollo integral y la trayectoria de cada estudiante, aplicando los principios de la evaluación diacrónica y la educación personalizada, podremos construir un sistema que realmente eduque personas, y no solo administre un campo industrial.
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