La geografía, esa noble ciencia

Coescrita con Federico Arenas Vásquez, doctor en Ciencias Económicas y Sociales, mención Geografía, Universidad de Ginebra; geógrafo UC y Premio Nacional de Geografía 2022

Geografía, γεωγραφία (geōgraphía), noble ciencia que ha trascendido en el tiempo y el espacio, no sólo por su pertinencia analítica, sino que también por su influencia en la realidad cotidiana de la sociedad y de sus individuos. La relación entre las "sociedades y sus entornos, los entornos y sus sociedades", como se sabe, permite la producción y reproducción de espacios o territorios develando la carga ideológica, hegemónica y los intereses que recorren la superficie terrestre, permitiendo llenar de sentido la simple pero pertinente definición de diccionarios, esto es, geografía, la ciencia que describe la tierra.

Esta definición, claro está, es pertinente cuando se le entiende bajo la NO neutralidad analítica, de lo contrario... podría ser vacía y despolitizada.

Su objeto de estudio es el espacio geográfico, instalado en el hogar, el barrio, la comuna, la región, Latinoamérica y también a la escala global, en una permanente y constante inter-escalaridad que, en la combinación con una globalización económico-financiera y un cambio climático, mediado por corrientes migratorias globales, conflictos armados internacionales de nueva generación (implicando intensa entropía en el sistema internacional), precisan de más y mejor geografía, más y mejores análisis de las relaciones espaciales de poder.

El espacio geográfico, en cuanto dato político comporta otras dimensiones de análisis, ya que es económico, social, cultural, entre otras, por lo que es de suma importancia analizarlo desde diferentes coordenadas latitudinales y longitudinales, en el entendido que esa localización material, obliga a hacernos cargo de la comprensión del mismo, proyectado hacia el mundo. En el caso chileno, las geografías académicas son estratégicas desde cualquier localización geográfica donde se les cultive.

Desde el punto de vista teórico, tanto como empírico, las geografías académicas, dados los corsés institucionales-financieros en los que se despliegan -podría afirmarse- se encuentran en riesgo constante... se aperturan, desarrollan, complejizan, sobreviven o mueren si es que logran o no, el umbral de matrículas año a año, con niveles de retención suficientes año a año, proyectos de investigación obtenidos año a año, extensión académica y vinculación con el medio año a año, entre otros indicadores. Esta base de realidad ingrata en la que operan las geografías académicas del país, da cuenta, además, de un modo de entender y operativizar los proyectos universitarios en general (públicos y privados), donde las variables de ajustes terminan siendo aquellos proyectos académicos que no logran superar los umbrales de sostenibilidad económica particular que tributan a la sostenibilidad institucional general.

En ese marco, no han sido pocas las unidades académicas en nuestro país que han visto el ocaso por las razones antes dichas u otras, como la falta de visión de los controladores generales de las universidades, en sus diferenciadas formas de gobierno formalizadas en la ley que las rige o, en otros tiempos, argumentando el peligro que representaríamos quienes profesamos y enseñamos geografía. Y a pesar de esto, la geografía, como solía decir uno de nuestros profesores, ha sobrevivido más de 20 siglos.

Es casi una ironía que, cuando se intensifican las necesidades por entender las dinámicas naturales en su relación con las sociedades humanas, en un marco de cambio climático; o bien, cuando se precisa de más y mejor ordenamiento espacial por medio de los instrumentos de planificación territorial; o cuando se precisan más y mejores interpretaciones sobre las cuestiones referidas al ejercicio del poder político en sus diferentes fases; o cuando se necesita comprender críticamente el comportamiento del modelo económico actual en la generación de brechas y disparidades socio-espaciales; o cuando se precisa de conocer e interpretar la acción y reacción de los movimientos sociales en un contexto de Geografía de la Multitud, se conozca que una de las geografías académicas del sur de Chile, la más austral, no abrirá sus puertas a una nueva generación de estudiantes, y no por decisión propia. Ya nos duele, tan tempranamente, el año 2025.

La comunidad geográfica específica, pero más allá de ella, la comunidad de las Ciencias Sociales y de las ciencias en general, con la aplicación de criterios como los que se han conocido, estaría frente a una merma significativa en cuanto a la posibilidad de seguir contribuyendo al mejoramiento de nuestros espacios y a la calidad de vidas de sus comunidades, y por qué no decirlo, al avance respecto del conocimiento en beneficio de Chile y el mundo.

Este no es un problema de un grupo de académicos y académicas que, habiéndose esmerado en contribuir en la formación de especialistas y en la generación de información científica para mejorar nuestras respuestas frente a los desafíos que tenemos como país, sino que es un retroceso en una universidad que tiene una historia de contribución al desarrollo de la geografía y las geociencias en Chile y que cobijó en sus instalaciones a destacados científicos, como Wolfgang Weischet, cuyos aportes son imperecederos.

Es de esperar, porque somos optimistas, que la Universidad Austral de Chile haga todos los esfuerzos necesarios por la reapertura de matrícula 2025 en la carrera de Geografía y esto, en razón de un hecho indiscutible, la formación de profesionales en nuestra disciplina es estratégica.

La geografía importa, por su pertinencia y también por su nobleza.

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