Ya es marzo y los niños podrían ponerse inquietos. Fijémonos en esto, un profesor va a hacer clases con unos contenidos pobres, a hacer una clase mediocre para alumnos distraídos. Cuando las notas arrecian, los alumnos se molestan; creen que el profesor les está privando de su derecho de titularse.
El director de la escuela increpa al profesor por ser tan exigente, ya que con su actitud se van a perder matrículas.
Los padres siguen mandando a los jóvenes a estos centros de enseñanza que se han alejado tanto de su genuino sentido formador.
Las empresas siguen contratando profesionales mediocres salidos de esos centros de formación.
Los buenos maestros se hartan y se retiran amargados.
Otros profesores siguen con sus clases mediocres para que alumnos mediocres puedan titularse y trabajen en empresas mediocres. De esas empresas a las que se les caen los puentes.
Los centros educacionales pierden recursos si los alumnos se van a donde los títulos sean más fáciles de obtener, donde los padres crean que les va mejor a los alumnos porque efectivamente terminan titulándose, donde los profesores deben evitar los contenidos dificultosos.
Así, los empresarios de estos centros tienen como cómplices - créalo o no -, a sus mismísimos clientes: los alumnos, quienes terminan perjudicándose a sí mismos.
El Ministerio no regula porque podría desequilibrar ese mercado donde todos son felices.
Así fue que el año pasado, los estudiantes explotaron y ante las escenas de violencia, lograron conmover a algunos políticos para llevar a cabo un proceso de modificaciones jurídicas de tal magnitud que los niños se pudieran calmar y dejaran de revolverla.
Un pensador dijo alguna vez, que la mayoría de los grandes problemas se pueden solucionar con una cantidad suficiente de reuniones. Eso es lo que ocurrió. Pero todavía no se ha resuelto nada y los estudiantes sólo están en una larga tregua.
Creo que en la hora actual, no debemos olvidarnos que las protestas tuvieron ese compás de espera, sino con el hecho que son una luz de alarma que nos hizo responsables a todos de lo grave que llegó a ser el problema educacional y quién sabe a dónde vamos a ir a parar con las reformas políticas que se están fraguando, que sólo apaciguan, pero que no está claro si tienen contenido social.
Ya es marzo y los niños podrían ponerse inquietos, porque nada ha cambiado.
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