Lo esencial es invisible con notas

Durante esta semana la Comisión de Educación del Senado aprobó el Proyecto de Ley que busca eliminar las notas numéricas hasta 4°básico. Esta discusión ha abierto un debate respecto de la pertinencia de esta propuesta y su implicancia en el aprendizaje de los niños y niñas de educación básica.  Entre diversas instituciones, expertos y expertas existe un acuerdo respecto de la relevancia que esta tiene, asimismo, aflora el miedo y la desconfianza. Nos enfrentamos a abandonar el referente con el que se nos ha rotulado y categorizado. 

El concretar este Proyecto de Ley no implica sólo eliminar las calificaciones, nos hace volcar la mirada en los y las estudiantes y sus procesos de aprendizajes.

Volver a conectarnos con la esencia de enseñar para que otro/a aprenda, la alegría de ir observando sus progresos, el dolor de reconocer las barreras que instalamos y que obstaculizan su aprendizaje.

Los niños y niñas se convierten en los protagonistas, recuperan la voz que fue callada, la emoción de descubrir y crear, se motivan por participar en el aula sin miedo a ser estigmatizado. No solamente reducen el estrés, sino que se les otorga la oportunidad de construir su identidad y convertirse en una niñez activa que hace valer su derecho de aprender sin discriminación.    

Como se ha planteado esto implica un cambio cultural, que nos llevará a transformar nuestra cultura evaluativa. Esa cultura que fuimos aprendiendo durante nuestra trayectoria escolar, donde la calificación es el dispositivo de poder que determina nuestro comportamiento convirtiendo a la escuela en un espacio de trabajo. Es el momento de transformar nuestras creencias, reconocer la función pedagógica de la evaluación y perder el miedo al cambio. 

Actualmente, un grupo de profesoras de educación básica de colegios de diversas regiones han perdido ese miedo. He tenido el privilegio de acompañarlas en el proceso de volver a conectarse con sus estudiantes y su aprendizaje, viviendo con ellas la transformación de su cultura evaluativa. Este proceso que resulta doloroso por la desconfianza que se instala al perder el referente cuantificable, pero a la vez permite recuperar su juicio profesional. 

Transformar la cultura evaluativa involucra construir criterios de evaluación que den cuenta de lo que se espera que aprendan y a su vez, permitan observar sus niveles de progresión.

Esta construcción requiere establecer acuerdos intersubjetivos entre  quienes participan en este proceso. Profesores/as, niños/as, sus padres y madres establecen un acuerdo que tiene sentido y generan las condiciones justas e inclusivas para que los niños y niñas aprendan.

Esto es ir más allá que solo cambiar los instrumentos de evaluación, sino que es reflexionar de la finalidad del aprendizaje y hacerse cargo de ella.  

Las escuelas hoy cuentan con la autonomía de realizar estos procesos, el decreto 67 aprobado por el Consejo Nacional de Educación establece las normas mínimas de evaluación, calificación y promoción, reconociendo la evaluación como parte intrínseca de la enseñanza, la cual se centrar en los logros de aprendizaje.

Esta normativa reconoce el juicio profesional de las profesoras y profesores para analizar de forma transparente la progresión de los aprendizajes de sus estudiantes, juicio que fue relegado a una segunda categoría por las calificaciones bajo el supuesto de su objetividad. 

La formación inicial de docentes se ve interpelada también a transformar su cultura evaluativa, generando espacios de reflexión en los y las futuros/as docentes para transformar sus creencias respecto de este proceso y a su vez, propiciar las condiciones para que estos fortalezcan su juicio profesional a partir del análisis de sus prácticas y los aprendizajes de sus estudiantes. 

La formación inicial docente no puede permitirse proporcionar una batería de conocimientos e instrumentos que no tiene sentido, necesitamos al igual que las profesoras de educación básica que innovaron en sus prácticas de evaluación perder el miedo y volver a conectarnos con nuestros y nuestras estudiantes, dado que son ellos y ellas quienes el día de mañana estarán en las aulas construyendo aprendizajes. 

El legislar respecto de la eliminación de las notas es positivo para quienes somos parte del sistema educativo, nos proporciona la oportunidad de centrarnos en qué, cómo y para qué están aprendiendo nuestros estudiantes y transformar el sentido de la relación pedagógica que establecemos.

Es necesario tener presente que esta transformación es más profunda que convertir conceptos a una escala numérica y como plantea la académica Teresa Flores, “con la voluntad política, todo es posible. Y sería un mensaje más claro para las escuelas no tener que conciliar estas evaluaciones con la escala de notas”. 

Es el momento de que las profesoras y profesores de educación básica perdamos el miedo, confiemos en juicio profesional y otorguemos una experiencia de aprendizaje justa e inclusiva a los niños y niñas.

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