A días de la vuelta a clases nos enteramos de la noticia de una violenta pelea protagonizada por alumnas en una escuela en la comuna de Laja, que da cuenta de una realidad muy preocupante que persiste, no sólo en Chile, sino en todo el mundo.
Los efectos del acoso escolar (o bullying) en el desarrollo mental de jóvenes víctimas son perturbadores y van desde ansiedad, problemas para dormir, temor a no ser aceptados, disminución de su autoestima, no tener ganas de ir a la escuela, hasta casos como el ocurrido recientemente en Estados Unidos, donde un niño de 12 años se quitó la vida luego de sufrir hostigamiento durante más de un año. Estudios indican que un niño/a acosado/a en los primeros años de colegio aumenta el riesgo de presentar serios problemas mentales en la adolescencia y posteriores depresiones en su vida adulta.
Aún más, no son sólo las víctimas y victimarios quienes se ven afectados, sino la comunidad educativa completa, incluyendo a los educadores y al resto de los estudiantes, que ven alterados sus procesos de aprendizaje al presenciar actos violentos de manera permanente.
El acoso escolar se presenta de distintas formas, algunas visibles y otras más bien soterradas. Puede ser verbal, a través de provocaciones, burlas e insultos; física, con empujones, golpes, pellizcos, o puede suponer la exclusión de algunas actividades o extorsiones.
Sus causas también son diversas. El encierro, producto de la pandemia, puede ser un detonante de estos hechos, ya que niñas, niños y adolescentes vieron mermadas las interacciones directas con sus pares en un período aproximado de dos años y es algo a lo que tendremos que poner especial atención en este nuevo año escolar. Usualmente, las y los niños que acosan lo hacen porque no conocen otras maneras de resolver problemas y acuden a las agresiones como medio para solucionar conflictos.
¿Qué podemos hacer frente a estos hechos? El acoso escolar no debe ser ignorado y es necesaria una colaboración conjunta entre la comunidad escolar, los profesores, los padres y cuidadores.
Es esperable que las escuelas cuenten con profesionales capacitados, no sólo para prevenir estos hechos, sino para ofrecer a padres, madres y cuidadores estrategias que les permitan guiar y acompañar a sus hijos e hijas en la relación con sus pares. Aquellos jóvenes que sufren acoso escolar pueden aprender mecanismos para poder defenderse de manera respetuosa y lidiar con sus acosadores, mientras que aquellos que ejercen el hostigamiento pueden aprender herramientas que les faciliten hacer frente a los conflictos de una manera no violenta.
La comunidad educativa tiene un rol fundamental en alertar de manera oportuna estos hechos y en enseñar a las y los estudiantes otras formas de relacionamiento distintas a la violencia, en especial en este periodo en que poco a poco vamos volviendo a la presencialidad.
El acoso escolar permanente es un riesgo inaceptable para cualquier niño, niña o adolescente y puede afectar, de manera irreparable su desarrollo pleno. Tomar medidas de forma oportuna, guiadas por protocolos y planes de acción que se enfoquen en prevenir y abordar estas problemáticas, puede hacer una gran diferencia.
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