Los resultados del Simce 2024 volvieron a encender las alertas sobre una brecha de género que, antes de la pandemia, parecía cerrarse en Matemáticas: En Cuarto Básico, los niños promediaron 271 puntos, mientras que las niñas alcanzaron 258, marcando una distancia de 13 dígitos, la mayor registrada en años recientes.
El caso de Sexto Básico, además, es especialmente preocupante: Desde 2013, las mediciones no habían mostrado brechas significativas, pero en 2024 la situación dio un giro drástico, cayendo 10 puntos en comparación con 2018. No menos desalentador es lo que ocurre en segundo medio, donde los datos confirman que esta disparidad no solo persiste, sino que se ha arraigado en el tiempo.
Raya para la suma, estamos ante una diferencia que impacta directamente en el acceso de las mujeres a carreras universitarias en Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM).
A pesar de los avances y esfuerzos que han habido al respecto, en Chile las mujeres son solo el 32% de los seleccionados en carreras STEM, muy lejos de la meta del 50% que establece la ONU para el 2030. Por si fuera poco, el porcentaje de tituladas en estas disciplinas alcanza 8%, lo que nos sitúa como el penúltimo país de la OCDE con menor representación femenina en esta área.
Este problema, en todo caso, pareciera tener muchas aristas y diagnósticos, pero pocas soluciones puestas sobre la mesa a nivel nacional, aún cuando desde la educación hay suficiente evidencia y mucho potencial para subsanarlo.
Distintos estudios dan cuenta del efecto que produce que las niñas tengan acceso a modelos femeninos en asignaturas STEM: John, Schmader y Martens (2005) sugieren que, en contextos escolares, educar a las mujeres sobre la amenaza de los estereotipos de género puede mejorar su desempeño en matemáticas; por su parte, Breda et al (2020) demostraron que la presencia de modelos femeninos competentes en STEM tiene un impacto positivo en su percepción de logro y en la probabilidad de seguir trayectorias educativas STEM en la educación superior.
Así, fortalecer e incentivar el rol de las docentes en áreas STEM es una estrategia clave para incrementar la participación femenina en estas carreras. Las profesoras no solo transmiten conocimientos, sino que también actúan como modelos a seguir que, muchas veces, tienen impactos muy significativos en las trayectorias de sus alumnas. Por ello, es fundamental impulsar políticas que promuevan la formación, el reconocimiento y la visibilidad de las docentes STEM, asegurando que más niñas encuentren inspiración y motivación para seguir estos caminos profesionales.
Ello implica, previamente, reducir otras brechas alarmantes, como el hecho de que, en un área tan feminizada como la educación, solo el 46% de los directores escolares en la enseñanza media científico-humanista son mujeres, o que en la enseñanza media técnico-profesional esa cifra se reduzca a 37%. Desde el liderazgo educativo, medidas atingentes pueden ser atendidas con mucha más urgencia.
El desafío es grande, mas no imposible: En un país como el nuestro, donde las mujeres son el 80% de las personas que ingresan a estudiar Pedagogía, el 77% de quienes se titulan de estas carreras y el 73% de quienes realizan un posgrado en el área, reducir las brechas de género en Matemáticas es un objetivo realista, promovible desde las salas de clases. Atrevámonos a más.
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