El ministro de Hacienda, Mario Marcel, defendió esta semana en el Congreso el nuevo proyecto de Financiamiento para la Educación Superior (FES), asegurando que representará un ahorro para el fisco de 58% en relación con los US$ 8 mil que cuesta el CAE.
Pese a que son herramientas distintas, lo positivo del FES es que tiene mecanismos de cobro "automático". Es decir, establece que será la Tesorería o el SII los que descontarán -en base al ingreso de los egresados- los fondos invertidos en su educación por el Estado por un tiempo determinado.
Estamos de acuerdo en que es necesario modificar el sistema de ayudas estudiantiles, pero lo cierto es que no es justo comparar CAE y FES, como si fueran lo mismo. No lo son.
El perfeccionamiento del sistema de apoyo a los estudiantes puede ser un gran salto adelante. Pero no nos perdamos. Ese salto no puede ser a costa de las restricciones a las finanzas de las universidades. El proyecto del FES limita el apoyo de las familias a la educación de sus hijos -de todos los grupos socioeconómicos- afectando a todas las instituciones.
No olvidemos que se ha conocido que varias UES tienen serios desbalances financieros, los que se agudizarían por la disminución de ingresos antes señalada. Además, existen grandes cuestionamientos al proyecto de ley por la introducción de limitaciones que afectaría a la autonomía universitaria. En definitiva, la solución que ofrece el proyecto no apunta al norte al que todos queremos llegar y que es el aumento de la calidad y la pertinencia del quehacer universitario.
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