Recomenzar una y otra vez
Independientemente del colegio y universidad en que se estudió e incluso de la profesión u oficio que se tenga, Chile debería dar la oportunidad de siempre reconvertirse, reinventarse y volver a empezar una y otra vez.
De esta manera, se podría combatir el rol condicionado por el origen, equívocas opciones o únicas alternativas en cada historia particular.
No necesariamente un profesional que provenga de un colegio y una universidad con buen ranking se desarrollará óptimamente en el mundo laboral; tampoco alguien que proceda de un colegio y universidad con mala clasificación (o en quiebra, para estar de moda) puede que lo haga bien. Esto, porque se necesita inteligencia intelectual y emocional, motivación, mantenerse actualizado y características coherentes con los requisitos del momento y lugar de trabajo.
No cabe duda, que es fundamental una institucionalidad que eduque y avale las competencias, ojalá apegada a lo que testifica. También no hay que desconocer, que una buena formación y el acceso a la cultura es importante.
Sin embargo, hay un tácito acuerdo social, cuya paradoja es que por un lado importa tanto el título y la universidad y, por otro, en la práctica, es hábito saltarse toda la estructura a través de tantas formas.
La propuesta es que existan exámenes nacionales que cualquier persona pueda rendir libremente en un organismo independiente, transparente, prestigioso, sin trampas.
Los idiomas tienen este criterio, se sabe qué prueba y dónde rendirla. Se trataría de una acreditación voluntaria no solo para las profesiones, sino para las distintas áreas del conocimiento.
Estas credenciales deberían ser tan prestigiosas, que traspasen Chile, y fueran un valor agregado en el currículo no solo para los profesionales de nuestro país.
Sería una forma para que los orígenes no sean más importantes que las transformaciones que se realicen en cada vida educacional y laboral.
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