Reinstalación de la educación parvularia en el gobierno de Aylwin

El lamentable fallecimiento del ex Presidente Patricio Aylwin Azócar (Q.E.P.D.), ha llevado a la revisión de su obra como estadista y al enaltecimiento de su persona por sus valores, sencillez y coherencia. Sin duda el legado político es extenso, y los historiadores y analistas debatirán sobre ello largamente. Considerando la importancia que ha alcanzado la educación parvularia en la actualidad, es adecuado recordar lo que se hizo en su gobierno, no sólo en el campo del aumento de la cobertura en el sector, sino en los aspectos de fondo, como fue la reinstalación de una educación parvularia, abierta y democrática.

Para contextualizar, en la época de la dictadura el autoritarismo permeó todas las instituciones, entre ellas, el ministerio de Educación y la Junta Nacional de Jardines Infantiles. Las bases intrínsecas de la educación parvularia se lesionaron fuertemente: desde el rol activo de los párvulos y su desarrollo integral, hasta la participación familiar y comunitaria.

Al reinstalarse la democracia, hubo que empezar a generar confianzas en los equipos de trabajo, reanudar las relaciones comunidad-familia-jardín infantil y los educadores de párvulos debieron reasumir su rol profesional.

Se creó la Comisión Nacional de Educación Parvularia, donde se sentaron juntas todas las instituciones vinculadas al sector (normativas, ejecutoras y formadoras ), se  empezaron a detectar grupos importantes de población infantil no atendidas, y se elaboraron modalidades no-formales de atención, que permitieron llegar a los lugares más lejanos del país y a lospárvulos más excluidos. De esta manera, se visibilizaron los pueblos originarios, las madres temporeras, las poblaciones dispersas y las comunidades.

En Fundación Integra, doña Leonor Oyarzún y su hija Isabel Aylwin, empezaban el largo camino de convertir una institución casi exclusivamente asistencial en educativa. Se organizaron jornadas de fortalecimiento profesional que tocaban temas relevantes, y que fortalecían a las comunidades.

En el año 1993, y con el apoyo de la OEA, se realizó el Primer Simposio Latinoamericano de Educación Parvularia. A este importante evento llegó don Patricio Aylwin a exponer, en el entonces edificio Diego Portales, un potente discurso que quedará para la historia de la educación.

En lo central, abordó el propósito de la educación parvularia y el sentido del trabajo de quienes se desempeñan en este nivel. Puso especial énfasis en que la educación Parvularia aportaba a la solución de problemas sociales, pero que lo fundamental era la  formación de personas”, porque el párvulo es un ser dotado de inteligencia, de libertad, de voluntad, llamado a realizar un destino”. Termina su discurso dando gracias a todos los que laboran en el nivel, reconoce que es un trabajo “mal remunerado, ingrato y difícil”, pero que junto con favorecer el desarrollo de los niños como personas, se está “contribuyendo a abrir camino para un futuro mejor para nuestros países”.

Hoy, a 23 años de estas palabras, cabría preguntarse si se ha hecho todo lo necesario; pareciera ser que en los temas de fondo estamos “al debe.” Aún no hemos logrado instalar en la sociedad chilena, esa concepción de párvulo tan potente que expresó don Patricio: formar personas, lo que es muy distinto a lo instruccional e instrumental en que hemos caído, con una sobre escolarización que ahoga a los niños.

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