Si bien en el sistema chileno, desde hace un par de años, existe una preocupación específica para lograr paridad en la adjudicación de becas de investigación, las distinciones que se producen al interior de la academia entre mujeres y hombres se mantienen, muchas veces, de formas menos evidentes.
Es conocida la distribución desigual tanto en los cargos ocupados dentro del ámbito universitario como en la cantidad de investigaciones científicas que llevan hombres y mujeres, lo que se refleja también en los indicadores de publicación científica. Unesco señala que sólo el 30% de la investigación está en manos de mujeres y que, pese a que ha ido en aumento la presencia de mujeres en las universidades en el estudiantado, no necesariamente se traduce en su incorporación a investigaciones de impacto.
Una vez dentro como trabajadoras académicas se producen una serie de dificultades para que puedan insertarse en igualdad de condiciones que sus compañeros: las barreras para la conciliación familiar, la cultura patriarcal de algunas instituciones, la presencia de estereotipos sobre los roles que pueden desarrollar las mujeres en ámbitos de pensamiento, asignándoles solo determinados nichos y cargos, las formas de interacción con sus pares -a veces infantilizadas-, entre otros factores, afectan sus trayectorias académicas.
La actual forma de organización gerencial de la Universidad y las métricas y productividades neoliberales que inciden en las trayectorias del mundo académico, van generando distinciones que inciden en las vidas de las mujeres dentro de esta organización. En este tipo de entidad contemporánea, el trabajo académico conlleva prácticas de género binarias que se van reproduciendo en las distintas transformaciones que ha cruzado la Universidad, lo que ha ido enfatizando una responsabilización individual, no cooperativa, de autorregulación y de competencia entre pares y de reinvención constante.
Asimismo, según el artículo "Mujeres en la academia: Exploración de una organización generizada a partir de una revisión sistemática", sigue prevaliendo una cultura interna donde se le da más valor a la producción académica masculina que aquella de las mujeres porque se basa en la reproducción cotidiana de prácticas y discursos sexistas que muchas veces se consideran inocuos pero que, finalmente, no lo son.
De esta manera, se va consolidando en muchas de estos organismos, una estratificación generizada que se traduce en que mayormente los hombres se ubican en áreas más de investigación, mientras la docencia y la gestión universitaria se feminiza. Por ejemplo, en la pandemia se evidenció que muchos de los cargos de gestión en esa situación de crisis estuvieron en manos de mujeres académicas, siendo que muchas de ellas, cruzaron a la vez una triple jornada: cuidados, apoyo escolar de hijos/as pequeños/as y labor universitaria -retrasando en ello sus posibilidades para enfrentar las métricas actuales de validación académica.
De ahí la importancia de promover más políticas y acciones que desgenericen ciertas funciones universitarias -como las labores de gestión- para ir rompiendo los imaginarios asociados a ciertos cargos y funciones, como también generando posibilidades igualitarias dentro de las trayectorias académicas. El hecho que este año 2024 aumentará la participación de jóvenes mujeres en STEM al entrar a la universidad, y el aumento progresivo de mujeres en campos de investigación, sin duda, son luces que se deben continuar encendiendo.
Más información en: https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_abstract&pid=S0718-07052023000200439&lng=pt&nrm=iso
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