En circunstancias hipotéticas e ideales en que la pandemia suma parte del pasado resuelto, y el volver a vivir, el desafío para resolver el presente, cabe preguntarse… ¿qué nos quedó?
Durante el encierro, corrieron tiempos donde lo virtual se hizo habitual y la base de lo esencial, como lo es la libertad, se atrofiaba dolorosamente con los días. La falta de socialización, el progreso colectivo, la independencia y autonomía inherente de la especie, se convirtió en un ahogo sofocante muy difícil de ser llevadero.
Hay que saber reconocer y asumir que nuestra mentalidad y esencia sufrieron un severo golpe, en circunstancias donde vislumbramos qué, el valor de las valientes ciencias ciertas, nos mantuvieron timoratos en el equivalente a un cero constante y que nuestro rescate a través de la tecnología, no siempre se obtiene con la misma velocidad que la premura.
Dicho lo anterior, la situación de riesgo nos dejó con un amargo sabor en boca, constituyendo la vulnerabilidad de la raza como el mosto con las notas amargas más potentes.
Dentro de las enseñanzas que nos deben haber quedado al haber, en medio de la crisis y para combatir el naufragio económico y productivo, es que el plan ”A” no es suficiente para enfrentar una tempestad y que la creatividad, la constante reconversión y el emprendimiento, son fertilizantes más que esenciales para cosechar en un territorio futuro.
En ámbitos de sociabilización, no se puede negar que el distanciamiento social es una prenda de moda que ya estaba en boga para muchos, de la mano de la proliferación de las redes “sociales”, guiando e incitando una conducta de aislamiento y ensimismamiento cada vez más aguda en los usuarios.
En razón de ello, ¿nos seguiremos haciendo invisibles en momentos donde compartir sea la consigna?
En esa misma dirección, cabe preguntarse ¿el hiper consumismo seguirá irguiéndose como el cordón umbilical entre la vida real y el “cómo queremos que nos vean”?
Si ese consumismo exaltado, ayer nos mantuvo callados en la ostentación y exacerbación, probablemente hoy con una especie de libertad a medias, nos volverá ensordecer con su incansable afán a pesar del letargo sufrido.
El día en que nos volvamos a abrazar será primordial, que cuando las dos almas miren hacia atrás, sepan que la distancia jamás debe menoscabar la importancia y que, si usted de verdad se siente un superviviente, respete, recuerde y valore en sus actos y consecuencias, la memoria de los miles que no lograron ganar la batalla y los millones que quedarán prisioneros de ese dolor.
El día en que nos volvamos a abrazar, probablemente no existirá conciencia plena en todos del impacto verdadero de ese agrio, devastador y cargado café, que dejó con profundos daños el implacable ímpetu de la humanidad que, por cierto, cada vez que nos enseña de humildad no lo hace ni con besos, ni caricias.
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