Bastante revuelo causó hace unas semanas las palabras del ministro de Salud indicando que desconocía el nivel de hacinamiento en que vivían muchas familias en Chile, muchos salieron a decir que en verdad el hacinamiento es un fenómeno que volvió a surgir ahora por la llegada de inmigrantes, como si alguna vez se hubiera solucionado el déficit de vivienda en nuestro país.
La dura realidad es que el déficit habitacional en nuestro país el 2002 era de 521.957 unidades y el 2017 de 393.613. es decir, en 15 años se logró reducir el déficit en casi un 25%, pero este déficit nunca se ha ido. Si bien se combatió el déficit con las herramientas con que se contaban en esa época, el esfuerzo hasta hace pocos años se centró en resolver el problema cuantitativo, pero se fueron generando problemas cualitativos, es decir, si bien se entregaba una solución habitacional, esta tenía problemas, como acceso a equipamiento y tamaño.
Esta ciudad invisible empezó a manifestarse con la pandemia, en donde una familia de cuatro personas debe ocupar simultáneamente varios recintos del hogar, para clases en línea de los hijos y teletrabajo de los padres, y si este hogar es una familia en una pieza, no es posible tener una cuarentena igual para todas las familias chilenas.
Solo como ejemplo, los registros de edificación que lleva el INE, indican que durante el año 2018 se construyeron departamentos en la comuna de Las Condes de una superficie promedio de 171,5 m2 y en la comuna de Conchalí, departamentos de 56,04 m2 en promedio. En regiones se ven otros casos, por ejemplo, en la región de Tarapacá se construyeron departamentos con una superficie promedio de 88,12 m2 y en la comuna de Alto Hospicio, departamentos de 63,12 m2.
En Chile la superficie promedio de las viviendas pasó de 56,8m2 en 1990 a 82,1m2 en 2018, el número de miembros de hogares ha variado también en Chile, pasando de aproximadamente 4 personas por hogar en 1990 a 3 en 2017, es decir, el promedio de superficie de vivienda por persona pasó de 14,2 m2 en 1990 a 27,3 m2 en 2017.
Esto significa que una familia en Las Condes, que cuenta en promedio con 3,7 personas por vivienda, tiene 46,35 m2 por personas para pasar la cuarentena, mientras una familia de Conchalí, en que en promedio viven 4,7 personas por hogar, tienen 11,92 m2 por personas para pasar la cuarentena. En la comuna de Iquique, con 4,6 personas promedio por vivienda, tienen 19,16 m2 por persona y en Alto Hospicio, con 4,8 personas por vivienda, tienen 13,15 m2 por persona para pasar la cuarentena.
Para tener una idea de lo que estamos hablando, en promedio una vivienda en Hong Kong tiene 15m2 por persona, una vivienda en Francia tiene 43 m2 por persona.
Esta ciudad invisible hacinada debe ser la preocupación de las políticas públicas de vivienda, si esta realidad humana no conmueve a los que toman las decisiones, quizás el impacto económico que tiene este hacinamiento en la economía del país producto de la pandemia los motive a tomar decisiones, pensando en el futuro, ya que tarde o temprano vendrá una nueva pandemia, aun cuando implique un mayor monto de inversión en vivienda y poner reglas mínimas, ya que la mano invisible del mercado es lo que nos ha llevado a este punto al no existir un tamaño mínimo de vivienda, como por ejemplo existe en Londres, que exige 37m2 como mínimo.
Actualmente solo indirectamente se puede regular el tamaño de la vivienda a través de los requisitos de tamaño que establecen los subsidios habitacionales, pero eso no es suficiente. Para el proceso de reconstrucción pos terremoto de Tarapacá del año 2014, se evaluó adquirir departamentos existentes en venta para poder avanzar en las soluciones para las familias que quedaron sin vivienda, pero no cumplían el estándar mínimo que exige el MINVU.
Producto de los terremotos que han azotado a nuestro país tenemos una de las regulaciones en materia de construcción más exigentes de la región y nos han permitido sortear sin mayores complicaciones los sismos que nos han afectado los últimos años. Esta pandemia nos debería dejar una regulación similar, para que el hacinamiento no produzca estragos sanitarios similares en el futura, con las pérdidas de vida que esto produce.
Y si las pérdidas humanas no motivan a hacer estos cambios, piensen entonces en los efectos económicos que ha traído al país el que las familias no puedan pasar una cuarentena digna en sus viviendas.
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