Soy, sin tapujos, seguidor del archirrival de tu equipo. La vida me ha conducido a la compleja y hermosa labor académica. Abogado de profesión, ratón de biblioteca, escritor de día domingo, estudiante eterno y crítico compulsivo. Mi primer trabajo académico “serio” llevaba una dedicatoria al Coca Mendoza. Ese emblema de Colo Colo, gravitante en la Copa Libertadores del 91, que paradójicamente debió abandonar la cancha en el momento de los laureles producto de una lesión en su brazo.
Te cuento, Mauricio Pinilla, que en el libro que ahora estoy escribiendo, mi inclinación permanece. Soy fanático de los héroes. La humanidad los ha inventado o reconocido para inspirar, salvar o disminuir la soledad. Hasta hace unos días los héroes a quien tenía decidido dedicar mis letras eran solamente Arturo Vidal - guerrero incansable que nos demuestra que los grandes no juegan por la gloria personal, sino por los ideales - y el gran capitán Claudio Bravo, ejemplo de templanza cuando el pánico cunde en todos.
Pero he leído un reportaje sobre ti. Respecto a tu reacción ante el robo del que fuiste víctima. Especialmente cuando supiste que uno de los implicados aun no alcanzaba la mayoría de edad.
Calificaron tus repuestas de “extraña reacción”. Como si el valor, la fe, la justicia y los ideales fueren cuestiones extrañas.
La prensa amarilla buscará involucrarte en escándalos con una espantosa doble moral. Los comentaristas deportivos no resaltarán el esfuerzo que te tuvo durante muchos años compitiendo en las mejores ligas del mundo: recordarán tu disparo al travesaño contra Brasil en 2014. Y lo rememorarán como una frustración. Pero hoy, después de leer lo que dijiste siendo víctima de un delito, entiendo ese episodio como una lección.
La contingencia no te ha llevado brillar entre los protagonistas visibles de este equipo que nos ha dado tantas alegrías. Pero tus palabras recientes, te han instalado como héroe, como estandarte. No sentir rencor, sino preocupación, respecto de un adolescente que delinque, habiendo sido tú la víctima, revela tu nobleza. Pone sobre la mesa que el problema de nuestro país no gira en torno a la caridad, es la falta de justicia. Tal como hace más de medio siglo lo denunció San Alberto Hurtado.
¿Y, sabes? Esa honestidad tuya será tan incómoda, como lo eres para los defensores del equipo rival. Porque vas de frente. Pero eso necesitamos como ejemplo a personas que en los fracasos reflexionen como tú lo has hecho, seres humanos que comprendan la humanidad del resto, con justicia y la convicción de que Chile es un equipo, uno solo, que no puede dejar atrás a nadie.
En fin, gracias Mauricio, por venir – con humildad y siendo víctima de un delito – a darnos una cátedra magistral sobre la dignidad, la justicia y la igualdad. Lo que hiciste, supera el sueño de que ese zapatazo hubiera entrado en la portería de Brasil. Gracias.
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