Anduvo en Santiago recientemente Matthew D’ancona, periodista inglés autor del libro Post Truth y columnista de prestigiosos diarios británicos. La pos verdad es algo relativamente nuevo, de hecho el término fue definido por el diccionario Oxford en 2016, como un adjetivo que "denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal".
No se trata sólo de la mentira, la que ha existido desde siempre y ha sido utilizada ampliamente en la vida privada y pública. En este último ámbito una de las mentiras más desvergonzadas fue el “descubrimiento” por parte de la CIA de las armas de destrucción masiva en los arsenales de Saddam Hussein y que el gobierno de George W.Bush expuso ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para justificar la invasión de Irak. Armas que después se demostró que no existían.
La pos verdad es un fenómeno más complejo que la simple mentira en el ámbito público. Tiene como base de factibilidad la pérdida de confianza de las personas en las instituciones y el auge de las redes sociales que permite a cada uno opinar no solo desde el anonimato, sino vivir en su propia burbuja, en una suerte de auto bunkerización en donde lo que nos interesa no son los hechos reales sino lo que a cada uno (y sus amigos virtuales) les gusta.
La posverdad se expande en la era de las comunicaciones gracias a los prejuicios, los miedos, la ignorancia y la infantilización de las audiencias.
Un maestro de la pos verdad ha sido Donald Trump. Ganó las elecciones con promesas fáciles que conectaron con las emociones y temores frente a la globalización.
Ante las críticas y los fracasos de su administración él propone “hechos alternativos”, o sea, una realidad distinta que está ahí para quien quiera creerla, una realidad por cierto opuesta a la que informan los medios de comunicación. La consigna es “elije la realidad (o la verdad) que quieras”.
Putin tampoco le hace el quite a la pos verdad. Verdaderas empresas dedicadas a inventar y diseminar falsedades en las redes sociales sirven de soporte a su política orientada al debilitamiento de la Unión Europea y al cuestionamiento al ambiente de libertades y tolerancia de las democracias, que a su parecer es una manifestación de la decadencia.
Las teorías conspirativas, como por ejemplo las que niegan el holocausto, o pseudo científicas como las que afirman que las vacunas producen autismo, forman parte también de las campañas basadas en las conexiones emocionales propias de la pos verdad.
Tú si quieres puedes creer que la tierra es plana porque tus certezas no se basan en la razón, tus convicciones no admiten la deliberación, basta con que la idea te guste y la compartas con tus amigos, a quienes también les gustará. Y así se formará una comunidad de creyentes en su propia verdad.
El tema ha alcanzado tal nivel de preocupación en las democracias occidentales que la Unión Europea ha desarrollado una fuerza de trabajo destinada a desmentir las falsas verdades: disinforeview@euvsdisinfo.eu.
Allí se observa claramente como la pos verdad ha sido un arma de los movimientos y caudillos populistas y nacionalistas: Le Pen en Francia, el Brexit en Gran Bretaña, Trump en Estados Unidos, Puigdemont en Cataluña.
La única respuesta posible a esta amenaza parece ser incentivar el espíritu crítico de los jóvenes, establecer regulaciones, como lo intenta Macron en Francia, y auto regulaciones, que deberían asumir las grandes empresas de Internet, y sobre todo, construir desde el discurso público una sintonía afectiva con los ciudadanos, donde la verdad y la razón puedan ser los pilares de la convivencia.
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