Mientras nuestros hijos pasan su tiempo de vacaciones en casa, hay cientos de ellos que ya no viven en ella, tampoco volverán al colegio porque lo abandonaron hace tiempo, son parte de los miles de excluidos, que enfrentarán los riesgos de la droga o la violencia; y peor aún, hay otros que vieron en una banda la familia ausente, donde ser reconocidos por las que creen son proezas de un "trabajo" que los va a sacar de la marginalidad a punta de sangre y plomo.
Las últimas semanas hemos sido testigos de hechos delictuales de alta connotación pública con la participación de niños y adolescentes, reclutados por la mano de turno para cargar con delitos su vida, la que debiera ser distinta, pero no lo es porque llegamos demasiado tarde.
Lamentablemente las cifras golpean. Cada año son más de 20 mil las causas que ingresan en Ley Penal Adolescente y se observa un número importante de niños inimputables que comienzan muy tempranamente en el delito, a los 11 o a los 10 años, y que son invisibilizados y enviado de vuelta a su casa, sin una oferta especializada, en contextos en que muchos padres y cuidadores tienen compromiso delictual o carecen de herramientas adecuadas para desarrollar conductas prosociales.
Poder contar con una oferta preventiva temprana para este grupo es fundamental para detener oportunamente estas trayectorias. Así también se requiere de la decidida acción en los factores de riesgo a la base. Siete de cada 10 niños desiste de trayectorias delictivas si vuelve al colegio o si cuenta con una familia con modelos adecuados para el desarrollo de una conducta sana, regulada emocionalmente y que fortalezca la empatía, siendo un espacio seguro para su desarrollo. También se requiere dotar de dispositivos locales reforzados de salud mental para los niños que desarrollan conductas delictivas y transgresoras, que sean efectivas en el manejo de la violencia, la agresividad, la desregulación emocional y el consumo problemático de drogas.
La prevención y el tratamiento temprano es fundamental para tener éxito en el desestimiento delictivo, como también lo es dar un combate sin tregua al narcotráfico y las bandas organizadas que instrumentalizan la niñez como parte de su estrategia de sometimiento a las comunidades y como forma de evadir su propia responsabilidad penal, torciendo impunemente los mecanismos de protección que el legislador ha dispuesto para ellos. La oferta actual es insuficiente en cobertura y en impacto y requiere urgentemente ser modificada avanzando hacia programas y estrategias con evidencia, oportunidad y calidad.
Necesitamos fortalecer la prevención social, crear factores protectores en la familia, en la escuela y en la comunidad; así como dar una lucha frontal contra la exclusión social, recuperar los espacios degradados y avanzar en el desarrollo de la cohesión social de los barrios en torno al desarrollo positivo de la Infancia. Ir a la base del inicio de las trayectorias delictuales y atacar los factores de riesgo que se repiten como una letanía: deserción escolar, consumo problemático, violencia.
Estamos a tiempo de impulsar una Agenda Larga de Prevención que le otorgue prioridad a instalar, junto con la sociedad civil, la barrera de contención que proteja a la niñez. Que la "mano" del narco o del delincuente no sea más poderosa que el abrazo de todos nosotros.
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