Miró la ventana como quien mira nostálgico su historia. Buenos momentos en su trabajo marcaron cada década hasta su jubilación, hace 15 años. Viudo desde hace 7, repasa todos los días los mismos recuerdos al lado de un marco de fotos. Tiene la suerte de vivir de su pensión, pero a la vez la tristeza de amanecer en el mismo lugar, esperando los remedios que el auxiliar le lleva puntual a las 6:30 am. Sabe que las paredes de la residencia serán su último refugio y que, si tiene suerte, alguien del personal quizás sostenga su mano, cuando de su último suspiro. Sólo, se siente sólo.
Recientemente el INE presentó los primeros resultados del Censo 2024 revelando datos preocupantes respecto a la situación de la niñez en Chile. La reducción sostenida en la proporción de hogares con niños menores de 14 años, junto con el creciente envejecimiento poblacional, nos evidencian desafíos estructurales que requieren respuestas sólidas y urgentes desde las políticas públicas. La preocupación, entonces -como padres, madres, cuidadores y la sociedad en su conjunto- no es solo que nazcan más niños, sino que también, cómo podemos brindarles un entorno que propicie su desarrollo positivo.
En este contexto, las políticas públicas deben priorizar la inversión en infraestructura de servicios para la niñez, por ejemplo, reforzar el acceso temprano al sistema escolar con jardines infantiles y centros de salud especializado, con oferta que apoye el desarrollo de habilidades socioemocionales y fortalezca los ámbitos en que se desenvuelven los niños, como la familia, la escuela y la comunidad. Por su parte, regiones con alta concentración de niños requieren de una planificación territorial que asegure equidad en el acceso a estos servicios. Zonas rurales y periféricas enfrentan más dificultades para acceder a servicios básicos, profundizando las brechas sociales.
Es más pertinente que nunca avanzar en la instalación del sistema de protección integral a la niñez, las oficinas locales son el espacio natural para esta tarea, pero requieren de potestad para hacer funcionar efectivamente el intersector y -sobre todo- un modelo de gestión a la base con el mayor estándar de evidencia y un conjunto de programas adosados que permitan responder rápidamente con las necesidades preventivas en entornos de riesgo.
Asimismo, en el ámbito local deben desplegarse con cobertura y calidad oferta especializada de salud mental, acompañamiento socioemocional y prevención de la violencia al interior de las familias como en su entorno. La articulación de esfuerzos entre el sector público, privado y la sociedad civil es clave para construir un lugar seguro y protector para todos los niños, hoy existen programas con la más alta evidencia en el sector privado (Familias Unidas, PMTO, ICPS, Comunidades que Se Cuidan, MST, entre otros) que deben ser observados por el Estado y ser escalados en su oferta.
El Censo 2024 no solo es un reflejo de nuestra realidad demográfica, es también una invitación a actuar urgente. Invertir en la niñez es apostar por un futuro sostenible, no sólo desde lo económico, lo laboral y previsional, sino por sobre todo el bienestar emocional de toda nuestra población. Las cifras conocidas preliminarmente deben traducirse en decisiones concretas ahora, estamos contra el tiempo.
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